(2) SEGUNDA PIEL, de Gerardo Vera.

ESCONDIDO EN EL ARMARIO
De Gerardo Vera nos gustan más sus trabajos para el teatro que sus películas, aunque sin duda Segunda piel es la más interesante de las anteriores, Una mujer bajo la lluvia (1992) y La Celestina (1996). Se trata, en esencia, de una historia de infidelidad y de hipocresía con las relaciones sexuales entre un ingeniero aeronáutico casado y un médico traumatólogo formando un triángulo amoroso oculto porque el primero no lo reconoce y esconde su condición homosexual, empujándole su indecisión y su cobardía a vivir sumido en una esquizofrenia erótica y afectiva.
El film pretende ofrecer una mirada adulta y libre, nada frívola, sobre el universo gay implicando en el conflicto a personas cultas, modernas y de alto nivel económico, certificando que todavía hoy las convenciones sociales y los prejuicios morales obligan a muchos a optar dramáticamente entre la doble vida o la marginación.
Creo que lo mejor es la primera media hora inicial, con el planteamiento del conflcito, ya que en su desarrollo posterior la película va perdiendo interés y se alarga innecesariamente por culpa, básicamente, del limitado talento fílmico del realizador, incapaz de aumentar la complejidad del relato mediante un punto de vista crítico y distanciado. Por otra parte, se echa de menos una mejor dosificación del tiempo dedicado a la presentación y descripción de personajes, pues se ha recurrido a la precipitación o se ha dilatado en exceso la evolución de las relaciones de los protagonistas masculinos.
Segunda piel puede funcionar bien en taquilla, tanto por el gancho del star-system como por la calidad de los intérpretes, a lo que ayudará sin duda el morbo de las escenas subidas de tono de los protagonistas, pero el guión de Ángeles González Sinde, elaborado a partir de una diea del propio Gerardo Vera con elementos autobiográficos, acaba cayendo en bastantes lugares comunes que desembocan en un desenlace poco afortunado. Todo demasiado superficial y previsible, pues, como en los culebrones televisivos aunque sin llegar a caer en el tono lacrimógeno.
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