(1) NADIE CONOCE A NADIE, de Mateo Gil.

SEVILLA INSÓLITA
El optimismo con el que generalmente contemplamos el panorama del cine español debería ser convenientemente atemperado y matizado si tenemos en cuenta que apenas la mitad de los títulos producidos cada año alcanzan cierta relevancia artística o éxito comercial; que muchos de ellos suelen ignorar las coordenadas sociales, económicas y políticas esto es, el contexto real a partir del cual nace nuestro cine; y que gran parte de los films estrenados son dirigidos por jóvenes realizadores y consumidos mayormente por un público juvenil que converte en objeto de culto unos productos que parten de un mismo molde.
Vienen a cuento estas consideraciones ante el estreno del primer largometraje de Mateo Gil, guionista de Alejandro Amenábar y ayudante de José Luis Cuerda, un canario de 27 años que ha adaptado la novela de Juan Bonilla, con música del propio Amenábar, y que ha utilizado todos los recursos narrativos del thriller con suspense e intriga para elaborar una historia ambientada en la Sevilla de Semana Santa con la declarada intención, que no identificamos ciertamente tras el visionado de la película, de retratar una nueva generación, descreída y desencantada, que intenta encauzar unas vidas que discurren absolutamente desorientadas.
Pero resulta evidente que a Mateo Gil le ha interesado sobre todo lograr un espectáculo original, entretenido y brillante con la ayuda inestimable de Eduardo Noriega y Jordi Mollá, indiscutibles puntales de un star-system hispano. De Amenábar, Mateo Gil ha heredado los aspectos más imaginativos e impactantes pero también más discutibles: aquí la secta asesina o banda terrorista que lleva a cabo un destructivo juego de rol, con la ambigüedad de las situaciones que oscilan entre la verdad y la apariencia, importa especialmente por la brillantez formal y por el impacto visual que puede proporcionar con el uso de la cámara, maquetas y efectos digitales por ordenador.
El resultado pone de relieve que la creatividad se ha puesto al servicio casi exclusivo del artificio, el truco y el efectismo. Cualquier otra consideración ha interesado menos.
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