(3) THE LAST DAYS OF DISCO, de Whit Stillman

STUDIO 54
La idea de realizar este film la tuvo el estadounidense Whit Stillman mientras rodaba Barcelona (1994) en España, al redescubrir las excelencias de la música disco, una antología de la cual había llegado a sus manos. En sus anteriores obras, el cineasta se mostraba influido por los estilos de Woody Allen y de Eric Rohmer: pequeños grupos sociales, conductas y ambientes cotidianos, expresión de sentimientos e ideas a través de los diálogos…
Pero si Barcelona fue una metedura de pata, una visión de la ciudad condal y de sus gentes tarada por los prejuicios de un turista accidental desinformado y reaccionario, casado con una catalana, The Last Days of Disco sigue las huellas de la interesante Metropolitan (1990) y se convierte en una documentada crónica de la trayectoria vital de dos muchachas en Manhattan, su precario trabajo en una editorial, su modesta vivienda compartida y sus complejas relaciones de mutua amistad y de amor con otros chicos.
El lugar de encuentro preferido por los jóvenes personajes del film es la famosa sala Studio 54, templo post-moderno del glamour y de la diversión neoyorkina entre la mitad de los años 70 y principios de los 80, reducto de copas y baile, de extravagancias y de libertad, de conversaciones y de ligues donde se podía escuchar lo mejor de la llamada música disco del momento, un pop eminentemente melódico y bailable, no contaminado por las disonancias del punk o del rock más radical.
Nada que ver, sin embargo, el Studio 54 con la discoteca kitsch de Fiebre del sábado noche (1977), donde John Travolta sublimaba sus limitaciones económicas y laborales exhibiendo sus dotes de bailarín macarra de barrio latino. El caso de Studio 54 era diferente porque cogía en sus seno, tras una severa y caprichosa selección de clientes en la entrada, a una galería de personajes de cierto nivel sociocultural y sofisticación, sin que el abuso de drogas y de alcohol se hiciera demasiado evidente, pues en realidad la discoteca fue clausurada e inició luego su decadencia por un delito de evasión de impuestos.
La importancia del local fue tal que ha sido objeto de explícita referencia cinematográfica, monográfica en 54 (1998) y episódica en Nadie está a salvo de Sam (1999). Stillman rinde homenaje a esta discoteca y a su música pero la nostalgia no le ha impedido realizar un buen estudio de personajes, de proyección sociológica, que es lo realmente importante, más allá de los ricos y famosos que la frecuentaban. Y es que, como se insinúa en la película, el fenómeno disco surgió tras largos años de austeridad y de radicalismo político que dejaron paso a un espíritu hedonista tracias al cual la belleza y la sensualidad se convirtieron para mucha gente en los valores supremos. En España también, porque salíamos entonces de la larga noche del franquismo y de las incertidumbres de la transición a la democracia.
Una excelente selección musical, con destacadas composiciones de la época en la banda sonora, acompaña y ambienta esta sugestiva película que hará evocar a muchos espectadores unas espléndidas noches de vino y rosas que ya no volverán.
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