(3) LAS HUELLAS BORRADAS, de Enrique Gabriel.

TIEMPO, MEMORIA, OLVIDO
Esta co-producción hispano-argentina es el tercer largometraje de Enrique Gabriel, un argentino de 42 años que rebició por ella varios premios en el festival de Málaga, y se basa en un cuento de su madre Lucía Lipschutz, inspirado a su vez en el caso real de una aldea condenada a desaparecer bajo las aguas de un pantano. El realizador deja atrás el cine abierta y directamente social —En la puta calle (1997)— para elaborar un drama rural dominado por los sentimientos, con una visión mucho más poética sobre los hombres y sus conflictos, en un relato delicado y sensible que nos habla de la huella del tiempo, de la pérdida irreparable del hogar así como de la necesidad de forjarse una nueva identidad.
El regreso del escritor Manuel Perea a su leonés pueblo natal, Higueras, desde su voluntario exilio en Argentina, le convierte en eje narrativo alrededor del cual se conducen los sucesivos encuentros con los diversos personajes del pasado. Una vuelta a las raíces con el intento de recuperación de las vivencias, las amistades y el amor de juventud en una hermosa metáfora que desnuda la dolorosa verdad de que todo cambia, de que nada sigue siempre igual, de que nuestra memoria idealiza y nos traiciona.
Estamos, sin duda, ante la mejor película de Enrique Gabriel, un relato sencillo y preciso caracterizado por la madurez de su lenguaje y por la funcionalidad de sus elementos expresivos. Un film que despierta tanto nuestras ideas como nuestras emociones, una poderosa y lúcida mirada que nos desvela el mundo interior de la gente, al esencia de unas relaciones personales tantas veces ocultas o falseadas por miedo, pudor o conveniencia, las de unos seres humanos mostrados con toda su complejidad y contradicciones, con sus egoísmos y mezquindades, pero también, a veces, con su enorme generosidad. Las huellas borradas reivindica la necesidad de la memoria y la fuerza del recuerdo pero sabe evitar ese fácil bucolismo que se diluye frecuentemente en un exceso de añoranza tan sensiblera por lo general como estéril.
Al logro de esta magnífica película ha colaborado la fotografía de Raúl Pérez Cubero, de tonos realistas, y la música de Ramón Paus, tan evocadora. Pero es de justicia destacar la decisiva aportación de unos excelentes actores entre los que debe citarse a Federico Luppi, Mercedes Sampietro, Héctor Alterio y Asunción Balaguer.
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