(2) PEPE GUINDO, de Manuel Iborra.

MEMORIAS DE UN VIEJO MÚSICO
Este arriesgado proyecto fílmico no se hubiera materializado sin la presencia como único protagonista del prestigioso Fernando Fernán Gómez, así como la desinteresada colaboración de famosos actores en papeles de simple figuración. Una película, pues, de claras motivaciones artísticas que, entre unos breves prólogo y epílogo, se dedica a mostrar el monólogo que sustenta una representación teatral, la noche del estreno en la que un viejo y solitario músico “de repertorio”, a lo largo de un solo día, va desgranando sus recuerdos, una especie de balance sobre el conjunto de su vida en sus aspectos profesional, sentimental, sexual y familiar.
Como referentes estilísticos más cercanos habría que evocar la adaptación que Jacques Demy hizo de La voz humana de Jean Cocteau en Le bel indifférent (1957), así como la versión de Josefina Molina inspirada en Cinco horas con Mario de Miguel Delives y que se estrenó con el título de Función de noche (1981).
Pepe Guindo hace un amplio estudio de la personalidad del protagonista, poniendo de relieve su actual precariedad laboral y económica, con los rasgos de su complejo carácter en el que se entremezclan la amargura y la nostalgia, las ilusiones y la realidad, el egoísmo y la sensación de fracaso.
Pero pese a la excelente labor interpretativa de Fernán Gómez, una cierta insatisfacción se va imponiendo ante un film fallido en parte por culpta de un guión que viene a ser una especie de cajón desastre, un “todo vale” en el que los resortes afectivos neutralizan el exigible rigor del discurso en sus aspectos temáticos y de coherencia dramática.
Excesivamente largo para tratarse de un monólogo, el film intenta borrar la sensación de monotonía a base de fundidos en negro y pese a que la música de E. Grieg y de Santi Arisa subraya los momentos emotivos de la obra, se va haciendo evidente la confusión de los diversos niveles de significación y puntos de vista que confluyen en el relato: las abundantes citas cinéfilas y musicales producto de la cultura, aficiones y profesiones respectivas de los guionistas Manuel Iborra, Santi Arisa y Francismo Gisbert, así como la poliédrica presencia de Fernán Gómez, figura en la que se entrecruzan, sin una adecuada estructuración diferenciadora, las funciones de actor de cine, actor de teatro y músico que evoca su pasado.
Por eso, comparar este Pepe Guindo, una discutible muestra de relaciones entre cine y teatro, con los magníficos modelos propuestos por La huella (1972) de Mankiewicz, Muerte de un viajante (1985) de Schlöndorff o Vania en la calle 42 (1994) de Malle me parece una tremenda insensatez.
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