(3) SLAM, de Marc Levin.

ESCUPIENDO UNA ORACIÓN SANGRIENTA
La idea de realizar esta película le surgió al galardonado documentalista Marc Levin tras la visión de Trainspotting (1996) y fue resultado de las experiencias personales de cuantos intervinieron en ella. Premiada en los festivales de Sundance y Cannes, Slam se inscribe en el seno del cine independiente USA y es una fructífera mezcla de la larga tradición del género dramático en su temática carcelaria con la moderna corriente de films realizados por y para la población afroamericana, con Spike Lee y John Singleton como máximos exponentes.
Slam es un interesante documento social que nos acerca de forma sincera y realista al ghetto negro de Washington, un submundo de pobreza, drogas, delincuencia y muerte cuyo fatal círculo vicioso es desafiado por el protagonista, un poeta cuyo talento se pone en evidencia en sesiones de “slam”, una especie de certámenes de poesía oral donde interviene la improvisación, el espectáculo y un torrente de imágenes verbales muy conectado con la llamada escritura automática.
El film es testimonio de la ruina material y moral de la ciudadanía negra, sumida en la autodestrucción de bandas, violencia, narcóticos y cárceles, reducto infernal contra el que se rebela Raymond Joshua que, con su creatividad y el descubrimiento del amor —la parte menos convincente del relato— intentará superar un contexto adverso. Así pues, la película es una llamada a la esperanza para quienes no siendo ricos y famosos pueden también acceder a la promoción personal, en este caso a través del poder de la palabra y el logro de una libertad interior que sea camino hacia la total integración laboral y social.
El guión está elaborado eficazmente para mostrar el choque entre dos mundos contrapuestos, con la metáfora de los antiguos esclavos planeando en todo momento: la violencia y la marginación superadas por la creatividad del artista. Slam es, pues, una llamada bienintencionada y generosa a favor de la dignidad y la plenitud de un pueblo discriminado, la reivindicación de una fecunda cultura de la calle que puede transformarse en Arte y la denuncia de una desesperación que debe convertirse en lirismo.
Marc Levin evidencia sus raíces documentales utilizando recursos narrativos de la vanguardia y de un cinema verité cuya influencia se hace patente a través de una cámara llevada a mano, de imágenes aceleradas y de barridos cuyos ocasionales excesos formales nunca llegan a eclipsar la honda verdad que desprenden los actores y los diálogos.
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