(3) ME LLAMO SARA, de Dolores Payás.

LOGRADO RETRATO FEMENINO
El primer largometraje de Dolores Payás me ha provocado una enorme sorpresa por constituir, probablemente, el mejor retrato de mujer jamás realizado pr el cine español. La realizadora se formó en México y ha dirigido cortometrajes, además de participar en los guiones, por ejemplo, de La señora (1987) y de Subjúdice (1998), habiendo sido muy bien recibida su película en los festivales de Sitges y de Alejandría.
El guión de Me llamo Sara está cuidadosamente elaborado, incluyendo experiencias propias, abarca un año —se abre y se cierra con una fiesta de cumpleaños— y centra su atención en la protagonista, una profesora universitaria de literatura inglesa de 40 años de edad cuya apacible existencia se desmorona en una crisis que también afecta a sus relaciones con su amante, su hija adolescente y su madre. De clase media acomodada, mujer culta y emancipada, madre soltera perteneciente a la generación de mayo del 68, sus firmes convicciones progresistas, laica y de izquierdas, sufrirá los embates de las dudas y de las angustias creadas por problemas relacionados con la salud, la familia, el trabajo, el amor y el sexo, la soledad, la vejez y la muerte.
El magnífico guión, escrito desde una rigurosa postura de análisis y reflexión, utiliza la voz en off para exponer los más íntimos pensamientos de Sara —encarnada por la actriz Elvira Mínguez— y facilita una puesta en escena en la que escenarios reales transmiten una fuerte sensación de crónica verdadera, con personajes de carne y hueso que podrían vivir a nuestro alrededor, a lo que contribuye una amplia galería de tipos más o menos episódicos pero siempre bien perfilados, encarnados por un reparto de lujo que incluye a Vicky Peña, Chete Lera, Jeannine Mestre, Eulalia Ramón, Ángel de Andrés López, Magüi Mira y Mercedes Sampietro.
Sería reduccionista afirmar que estamos ante un film feminista, porque Me llamo Sara es mucho más que eso: un relato realizado por una mujer sobre mujeres desde el afecto, la lucidez y la solidaridad, sin esquematismos empobrecedores, donde se trata a los hombres no como villanos irredentos sino como a seres desconcertados que no han sabido o querido, como ellas, adaptarse a la evolución de los tiempos.
La narración, rica y sugerente, se estructura en multitud de breves secuencias, con diversidad de situaciones, que van suministrando información al espectador sin caer en redundancias y reiteraciones. Muy recomendable para todos, especialmente para las mujeres.
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