(2) MIEDO Y ASCO EN LAS VEGAS, de Terry Gilliam.

DROGA, MIERDA Y ROCK & ROLL
La última película de Terry Gilliam es adaptación de la novela de Hunter S. Thompson publicada en la revista Rolling Stone, un ejemplo relevante del llamado “Nuevo Periodismo”, que fue presentada en el festival de Cannes 98 y que narra el alucinante viaje a Las Vegas de un periodista y de su abogado —Johnny Deep y Benicio del Toro— para informar no se sabe bien si de una carrera de motos en el desierto o de una convención policial sobre narcóticos.
Miedo y asco en Las Vegas se sitúa en 1971, año en que el movimiento hippy, el presidente Nixon, la guerra de Vietnam, las drogas, el sexo y el rock habían dejado de formar parte del “sueño americano” para convertirse en una pesadilla, materializado todo ello en Las Vegas, ciudad emblemática del artificio, lujo y dinero pero reducto privilegiado en realidad de lo más hortera, enloquecido y decadente del sistema USA.
Sin embargo, lo que era un relato cáustico y lúcido sobre el fin de las esperanzas nacidas en los años 60, el banal Terry Gilliam lo convierte en un film expresionista y desmadrado en el que las brillantes imágenes solo en contadas ocasiones superan la superficialidad de un efectismo de dudosa funcionalidad expresiva.
La presencia como estrellas invitadas de Cameron Díaz, Ellen Barkin y otras, así como una banda sonora trufada de éxitos musicales del momento no logran compensar el gran error cometido por el director estadounidense consistente en confundir su propio punto de vista narrativo con el del eternamente “colocado” protagonista, que justifica así el uso y abuso del flashback, de imágenes distorsionadas y de un ritmo frenético generado por unos actores que no paran de moverse y por un montaje víctima de la epilepsia.
Miedo y asco en Las Vegas resulta, pues, un relato algo reiterativo al que le sobra media hora de metraje, un defecto que también acaba mermando su interés inicial.
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