(3) DIOSES Y MONSTRUOS, de Bill Condon.

EL PADRE DE FRANKENSTEIN
Si contemplamos la discreta trayectoria profesional de Bill Condon, sorprenderá el nivel de calidad alcanzado por Dioses y monstruos, film basado en la novela de Christoper Bram que reconstruye los últimos años del realizador británico James Whale (1896-1957), ya retirado en su mansión californiana, rodeado de su ama de llaves y de un joven jardinero, con una constante evocación de sus grandes creaciones cinematográficas El Dr. Frankenstein (1931) y La novia de Frankenstein (1935).
Bill Condon suaviza la carga dramática del guión con grandes dosis de ironía evitando al mismo tiempo caer en un sensacionalismo morboso para alcanzar notables cimas de lucidez y de emoción, todo ello con la fundamental aportación de Ian McKellen cuya genial interpretación del papel protagonista aporta al personaje un montón de matices y sugerencias que lo enriquecen notablemente.
Dioses y monstruos no es solo un regalo para los más cinéfilos y mitómanos en general, como lo era Ed Wood en torno a las películas de serie Z dedicadas a la ciencia-ficción, sino un film sensible y complejo sobre un autor dotado de un gran talento, enfermo, obligado a retirarse en 1941 por la conservadora industria de Hollywood, cuya declarada homosexualidad choca con un entorno hostil y más propicio para la hipocresía.
Se agradece que la película no se haya estructurado como policíaco a partir de la misteriosa muerte de James Whale sino en busca de una complejidad que se logra buceando en una doble dirección: mediante flashbacks que nos retrotraen a su desgraciada infancia y a sus trágicas experiencias en la I Guerra Mundial; y a través de sus relaciones con su criada y con el apuesto jardinero y chófer ocasional, que desaprueban su condición gay por distintos motivos pero que sienten, al mismo tiempo, un afecto y una admiración profundos por el creador de unas películas erróneamente calificadas de “terror” y que en realidad eran relatos fantásticos rodeados de una notable aureola poética.
En Dioses y monstruos se conjugan los recuerdos del pasado y las vivencias del presente, los sentimientos ahogados y la crónica de un Hollywood convencional poblado de falsos dioses, los deseos frustrados, los amores perdidos y el papel sublimador del arte, todo en una mezcla de realidad y ficción que se materializa en las imágenes soñadas de un nuevo film en el que el cineasta y su jardinero vuelven a encarnar al Doctor Frankenstein y a su criatura.
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