(2) PLACE VENDÔME, de Nicole Garcia.

DIAMANTES PARA LA ETERNIDAD
El tercer largometraje dirigido por la actriz Nicole Garcia permitió a su protagonista Catherine Deneuve ganar la Copa Volpi a la mejor actriz en el festival de Venecia 98, pero deja un cierto regusto a insatisfacción por dos motivos fundamentales: mezcla de indefinición de géneros y exceso de metraje.
En efecto, el film no acaba de decidirse entre dos estilos con unos códigos lingüísticos bien definidos: el cine de gángsters, sustentado básicamente en la acción criminal, y el relato dramático, dirigido a la profundización psicológica en el personaje principal, la viuda de un joyero arruinado y suicida, alcohólica, que emprende un particular camino de redención personal. Porque, como sucede en el cine de géneros, el thriller requería unos clímax determinados, unos personajes llenos de aristas, una narración mucho más sintética. Nicole Garcia, sin embargo, no presta tanta atención a los avatares externos de los personajes como al atormentado mundo interior del personaje encarnado por la famosa actriz francesa, con su oficio ya olvidado al que intenta regresar, con su afán de supervivencia tras quedarse sola y sin dinero, con su lucha en un ambiente profesional hostil, con su regreso al pasado y reencuentro con el antiguo amante.
Una excelente ambientación y unos actores solventes, entre los que cabe mencionar a Jean-Pierre Bacri, Emmanuelle Seigner y Jacques Dutronc, no logran despertar mi entusiasmo a causa de otro gran inconveniente: sobra media hora de metraje. Ello significa que el relato se estanca, se vuelve reiterativo, con un ritmo demasiado moroso y con la sensación de que no avanzan los acontecimientos ni evolucionan los personajes con la celeridad esperada por el espectador. No hay que olvidar que el cine es esencialmente el arte de manejar el tiempo y que dilapidarlo es un pecado mortal.
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