(2) CAMINO AL CIELO, de Robert Duvall.

EL PASADO PERSIGUE AL PREDICADOR
Nos llega la tercera película dirigida por el relevante actor Robert Duvall, que también ha asumido las funciones de productor, guionista e intérprete principal, con una historia ambientada en el profundo sur de los Estados Unidos y protagonizada por un predicador evangelista tejano que, ante la pérdida de su familia e iglesia, ataca al amante de su esposa y se ve obligado a huir a Louisiana para continuar su labor pastoral.
Robert Duvall opta por un estilo narrativo naturalista, de tan arraigada tradición realista tanto en la literatura como en el cine estadounidenses, centrando su atención en el ciudadano medio, lleno de aspiraciones pero abocado al fracaso por culpa de sus humanas debilidades. El modelo, sin embargo, no ha sido el riguroso y profundo universo de El fuego y la palabra (1960) de Richard Brooks, sino Sangre sabia (1979) de John Huston, pero las dotes de Duvall para la dirección no alcanzan, por desgracia, tanta relevancia como sus virtudes actorales.
Camino al cielo cuenta con excelentes intérpretes y ostenta una buena colección de galardones. Su indiscutible interés al retratar el peculiar mundo de los predicadores USA viene lastrado, sin embargo, por ciertas dosis de ambigüedad, por no aclarar suficientemente el punto de vista del relato. Así, por una parte vemos la imagen de un personaje mermado en sus facultades mentales, charlatán carismático que provoca reacciones histéricas en su auditorio, movido antes por el fanatismo religioso que por el afán de lucro personal. Pero apenas hay distanciamiento crítica ante este protagonista loco y violento al que finalmente se entroniza como héroe, un ejemplo de redención humana en un individuo capaz de superar sus propias miserias y rehabilitarse haciendo el bien a sus feligreses.
A este discutible planteamiento hay que añadir las insuficiencias de Duvall a la hora de narrar la historia: carece de noción de síntesis expresiva, la puesta en escena no le sirve para profundizar en los personajes y, por ello, las secuencias se nos aparecen como compartimentos estancos en los que apenas se aprecia su evolución psicológica que se suministren al espectador nuevos datos para enriquecer el relato y acrecentar su interés.
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