(4) HAPPINESS, de Todd Solonz.

LA DEMOLICIÓN DE LA ARMONÍA FAMILIAR
El realizador de Bienvenidos a la casa de muñecas (1995) vuelve dirigir su cáustica mirada sobre la sociedad estadounidense en un demoledor retrato coral sobre la vida cotidiana de unos personajes de clase media que habitan la moderna y aparentemente apacible ciudad de New Jersey. Con un estilo depurado, sobrio y funcional, Todd Solonz encadena en pantalla una serie de retazos de vida de unos personajes que apenas sabemos exactamente quiénes son cuando ya sentimos el malestar que esconden en su interior: la soledad, la frustración, la represion y la perversión. El mensaje es claro: bajo la fachada de bienestar propio de un país rico y poderoso se encubre un poso siniestro de pulsiones e instintos primarios que colisionan, cuando no contradicen, las más básicas normas sociales y las pautas de cortesía fundamentales para la convivencia pacífica, generando graves trastornos psicológicos y el fracaso de toda realización personal, ya sea afectiva o laboral.
Happiness es un filme muy controvertido debido a los temas que trata, desde la violación, hasta la pedofilia, el suicidio y el homicidio. Uno de los protagonistas es un pervertido social que se dedica a hacer llamadas telefónicas. Desde las primeras escenas, nos vamos familiarizando con las carencias afectivas de los personajes, sus necesidades irrefrenables, sus deseos insatisfechos. Son escenas breves que se van ordenando formando un puzzle que poco a poco va cobrando sentido.
Así, progresivamente los personajes solitarios empiezan a compartir momentos y escenarios, hasta que finalmente descubrimos las relaciones sentimentales, laborales y familiares que les unen en un catártico desenlace que rompe todos los esquemas de lo que se concibe como una familia modélica, alcanzando tal grado de subversión que puede desagradar no solo al espectador más timorato sino a aquel que no esté acostumbrado.
Este mosaico de una sociedad enferma reducido a un núcleo familiar obtuvo numerosos premios incluyendo el Premio de la Crítica Internacional en el festival de Cannes. La hipocresía de las sitcom televisivas o el buen rollo que emana de las comedias costumbristas saltan por los aires en esta depurada tragicomedia estadounidense, lúcida y ácida como pocas.
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