(4) ESTACIÓN CENTRAL DE BRASIL, de Walter Salles.

EMOTIVA ODISEA DE LA CONCIENCIA
El primer film que nos llega del brasileño Walter Salles —afamado documentalista y autor del galardonado largometraje Tierra extranjera (1995)— ganó el Oso de Oro en el festival de Berlín y un premio en el de Sundance, reconocimientos justos y merecidos para una obra que figurará sin duda entre las mejores del año y que me ha producido un impacto emocional similar al de aquella obra maestra de Gianni Amelio que era Niños robados (1992), relato de similar estructura narrativa itinerante, idéntica voluntad testimonial y protagonismo compartido entre adultos y niños.
No se trata, sin embargo, de ese sentimentalismo facilón que emana de tantos personajes y conflictos convencionales sino del lirismo arrebatador surgido de esa mezcla artística explosiva que forman el conocimiento y la compasión.
Unos personajes bien trazados, complejos y profundos, en un contexto descrito con rigor —el Brasil de los años 90, depauperado tras el falso milagro económico prometido por los gobiernos militares— y captados con un lenguaje fílmico moderno, sintético y lleno de sugerencias que nos permiten contemplar no solo el drama individual —soledad, amargura, desamparo, amistad, solidaridad— sino también el panorama socio-económico de un país traumatizado por la emigración, las familias desmembradas, la pobreza y el paro, la violencia, el analfabetismo, la explotación infantil, el fanatismo religioso y otras lacras.
Pero los excelentes resultados de Estación Central de Brasil no hubieran sido posibles, junto al enorme talento del director, sin la presencia en el reparto de la impresionante Fernando Montenegro y del niño Vinicius de Oliveira, que llenan de vida y de emoción la pantalla en una película que permite también una lectura metafórica: el largo viaje hacia el interior del país, un itinerario físico pero también moral, que invierte el sentido habitual del éxodo de los campesinos hacia la gran ciudad y vehicula la idea del regreso a las propias raíces, a la inocencia perdida. Es la búsqueda del padre por el niño, es la recuperación de la dignidad, de los valores éticos y de la esperanza por la antigua maestra escribidora de cartas por encargo y es, finalmente, la vía de conocimiento de los espectadores para acceder a la realidad profunda de un Brasil oculto y maquillado por los fastos y oropeles de la televisión oficial.
Magnífica película, Estación Central de Brasil ha sido fruto de la afortunada colaboración entre veteranos cineastas con experiencia y un joven equipo técnico lleno de ilusión que ha llevado a cabo impecablemente el plan trazado por Walter Salles: largos ensayos previos con los actores al modo teatral y ciertas dosis de improvisación a la hora del rodaje. No se la pierdan.
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