(4) BARRIO, de Fernando León de Aranoa.

LA ESPAÑA QUE NO VA BIEN
Tras un relato metafórico como Familia (1996), Fernando León de Aranoa aborda su segundo largometraje como una crónica realista sobre un barrio marginal de una gran ciudad y sobre la gente que no es próspera ni feliz. Un referente argumental que conecta con notables antecedentes como Los golfos (1959) de Carlos Saura y Los chicos (1959) de Marco Ferreri, sólo que ahora es la España del euro y del turismo masivo el telón de fondo de la historia.
El contraste entre un país oficial mostrado en las noticias del Telediario y la vida cotidiana de los protagonistas propicia un panorama sociológico que viene a representar el reverso de la moneda acuñada bajo el eslogan España va bien: paro, enfermedad, drogodependencia, prostitución, delincuencia… son elementos perfectamente integrados en el guión y que nunca se convierten en burda denuncia social. Los aspectos dramáticos son hábilmente atemperados por el humor, suavizando la tragedia con rasgos de ternura que humanizan a los personajes. Protagonistas, amigos y familiares que no hallarán remedio a sus males ni en el imposible consumo ni en la falta de evasión, como denotan las telenovelas y ese sarcástico premio de la moto acuática en pleno páramo mesetario.
Una meritoria y comprometida producción de Elías Querejeta que apuesta por un tipo de relato no habitual en el cine español de nuestros días, caracterizado tanto por su brillantez como por una excesiva complacencia y escapismo respecto a la más sombría realidad socio-económica. La contundencia ética y el rigor narrativo de El mundo sigue (1963) acude ahora a mi memoria.
Un reparto con jóvenes actores poco conocidos pero dirigidos expertamente para dar sensación de frescura y espontaneidad; los excelentes veteranos Paco Algora y Alicia Sánchez; una banda sonora con música de salsa y la del grupo Hechos contra el decoro para marcar la transición entre las secuencias… arropan adecuadamente este retrato implacable de una periferia urbana, casi un descampado, deprimida y poblada por obreros sin empleo donde la amistad es un sentimiento que une a los protagonistas, situados en esa edad ingrata que ni es niñez ni es juventud, una tierra de nadie en la que ni se tiene oficio, ni dinero, ni sexo, ni casa propia. Penúltimo escalón de la marginalidad más absoluta, ya que el último será el formado por los inmigrantes extranjeros que vemos apiñados en la estación de metro abandonada.
Barrio es una especie de descenso cognitivo a los infiernos de una clase social desahuciada a través de la mirada de unos adolescentes que lo único que tienen es tiempo de sobra, pero nada que hacer, sin presente y seguramente sin futuro y que van creciendo mientras sueñan.
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