(3) L’ARBRE DE LES CIRERES, de Marc Recha.

CRÓNICA DE UN PUEBLO
Resulta sintomático que las dos aproximaciones fílmicas más rigurosas sobre las tierras valencianas hayan sido obra de dos cineastas catalanes: Francesc Bellmunt en Gràcies per la propina (1997) y Marc Recha en L’arbre de les cireres, película que rehuye toda óptica costumbrista y autocomplaciente para acercarse a unos hombres y unas tierras que constituyen un pequeño núcleo rural cuyas conexiones con la gran ciudad resultan, sin embargo, muy evidentes.
Destaca poderosamente L’arbre de les cireres por una cuidada elaboración estilística, por una austeridad expresiva diríase que bressoniana, con recurso constante a las elipsis, a las sugerencias de lo que sucede fuera de campo, y por la importancia de los paisajes y los sonidos, todo ello en busca de un relato de carácter coral, integrado por trece personajes, mostrado bajo el signo del realismo más cercano, visible tanto en las ropas y las trabajos como en las conversaciones y en la forma de pasar el tiempo libre.
Por una pantalla que parece haber congelado el tiempo, a partir de la visión de un niño alejado de su madre que, voz en off comenta y dibuja un mundo que se inventa a su manera, se cruzan los distintos personajes cuyos sentimientos y relaciones adquieren una dimensión eminentemente física gracias a la fuerza de las miradas y de los silencios, mostrando una normalidad cotidiana alejada de cualquier exceso melodramático. El cerezo reseco que ya no brotará en primavera articula metafóricamente ese fragmento de vida corriente y vulgar que es el film, ese retrato esencial de la condición humana, polarizada en torno al amor y la muerte, donde unos protagonizan sus penas y alegrías mientras otros permanecen en un segundo plano, a la expectativa. Todo ello mostrado con una fotografía gris, sin subrayados cromáticos ni de iluminación, como dejando ver su voluntad documental, de crónica diaria alrededor de unos hechos y unas personas nada excepcionales.
Justamente premiada por la FIPRESCI en el festival de Locarno, L’arbre de les cireres ha contado con la producción de Antonio Chavarrías, la música de Toti Soler y los hermosos paisajes de la Vall de la Gallinera (Alicante). Una película singular y meritoria que, por su apariencia fría y distanciada, necesita la activa complicidad del espectador.
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