(1) CASI TODAS LAS MUJERES SON IGUALES, de Brian Skeet.

FALSA EMANCIPACIÓN FEMENINA
El primer largometraje del inglés Brian Skeet es una co-producción franco-británica que adapta la novela de Cathleen Shine La sobrina de Rameau, que pretende ser una crónica satírica del mundillo artístico e intelectual de Nueva York, trazando para ello un paralelismo —flashbacks llenos de voluntarios anacronismos que visualizan la imaginación de la protagonista— entre la sofisticación, el lujo y la elegancia de ciertas clases privilegiadas del actual Manhattan y el espíritu libertino de la Francia pre-revolucionaria del ilustrado siglo XVIII.
Actores y actrices de gran atractivo y belleza; decorados, muebles y vestidos de refinado y caro diseño; diálogos plagados de citas culturalistas; expresiones sexualmente osadas y algún fugaz desnudo femenino intentan dotar a la película de glamour propio de las comedias USA de los años 30 y 40, discutible operación de puesta al día por cuanto la mujer de hoy, más liberada personalmente e incorporada al trabajo, no puede dedicar todo su tiempo y esfuerzo a mantenerse atractiva y seductora con el único fin de reconducir al varón al matrimonio.
Por ello, creo que se trata de una película con una envoltura brillante y moderna que, a poco que se rasgue la corteza, deja ver los mismos trucos de aquellos viejos productos repletos de convencionalismos, de ideas añejas —reforzamiento de la institución matrimonial y final feliz— y de la osadía erótica solo aparente ya que la novelista es infiel a su marido únicamente cuando evoca situaciones de las que está escribiendo.
En realidad todo es un gran engaño porque aparenta retratar a la emancipada mujer de hoy con sus propias vivencias sexuales, y se limita a reproducir los habituales tópicos con los que el más taquillero cine de consumo ha vampirizado y vulgarizado las aportaciones, progresistas en su momento, del pensamiento romántico decimonónico.
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