(2) FIESTA, de Pierre Boutron.

UNA GUERRA DE LOCOS
Una producción francesa de 1995, exhibida en el festival de Venecia, que adapta la novela semi-autobiográfica de José Luis Vilallonga, en la que destaca poderosamente la excelente interpretación de Jean-Louis Trintignant, sin olvidar la breve presencia de Laurent Terzieff en el papel de un cura vasco.
Lejos del crítico acercamiento al ejército como institución castrante del individuo realizado por John Huston en Reflejos en un ojo dorado (1967) y por Marco Bellocchio en Marcha triunfal (1976), el film de Pierre Boutron se inclina por el estilo de Fernando Arrabal en ¡Viva la muerte! (1971), es decir, por el deslizamiento de la narración hacia planteamientos panfletarios y apocalípticos caracterizados por la exageración y el tremendismo.
En efecto, se nos presenta la Guerra Civil española como una lucha fraticida fruto de la locura, cuando es sabido que la insurrección militar fue un golpe de estado al servicio de intereses socio-económicos y políticos muy concretos. Así, no es creíble que en 1936, en plena “cruzada” nacional-católica, se tolerasen unas relaciones homosexuales semipúblicas en la milicia, que algunos oficiales pudieran vivir en medio del lujo o que incluso las relaciones eróticas heterosexuales se planteasen con una franqueza y espontaneidad impropias del clima moral represivo imperante.
Por otra parte, hay una cierta incoherencia en el punto de vista adoptado por el relato, ya que muchas ideas del novelista son expresadas por su oponente ideológico, el coronel, una treta poco consistente por cuanto el idealista alférez se enfrenta a un veterano y sanguinario militar revestido de cinismo y amoralidad cuyas lúcidas y sarcásticas observaciones sobre el conflicto y sobre su oficio se convierten en el principal soporte ideológico desde el que tanto la novela como la película rechazan la justificación de la rebelión militar y la necesidad de la subsiguiente represión.
Magnífica la contrastada fotografía de Javier Aguirresarobe, acertada y convincente la ambientación de época y demasiado pobre la música de Wim Mertens.
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