(4) HOMBRES ARMADOS, de John Sayles.

ÉRASE UNA VEZ EN AMÉRICA LATINA
De entre mis compañeros de crítica soy seguramente el más entusiasta admirador del neoyorkino John Sayles, psicólogo, escritor, actor y autor de películas caracterizadas por su rabiosa independencia, realizadas con tanta inteligencia como sensibilidad y con un lenguaje fílmico preciso y riguroso. Viene a confirmar su valía Hombres armados, película basada en el libro de Francisco Goldman La larga noche de los pollos blancos, inspirado en hechos reales acaecidos en Guatemala.
Rodado en México, hablado en español y en lenguas indígenas, el relato no aparece ubicado en ningún país concreto de Latinoamérica y un excelente guión muestra al espectador una realidad compleja que rehuye de cualquier maniqueísmo al enfrentar al gobierno y el ejército con la guerrilla pero centrando especialmente la atención en el pueblo campesino, sspechoso de subversivo por ser pobre y víctima principal de esta guerra no declarada.
Federico Luppi encarna magníficamente al protagonista, un acomodado médico de la capital que se adentra en el país en busca de antiguos alumnos suyos en misión sanitaria, un viaje que confiere al film un carácter de road movie de dimensión metafórica pues el itinerario es tanto físico como moral y conduce al conocimiento de la realidad y a la exigencia del compromiso, en la ya conocida línea del cine de Bardem pero sin los latiguillos ideológicos que tanto lo perjudicaban.
Así pues, un médico, un soldado desertor, un niño, un sacerdote fugitivo y una mujer violada conforman un microcosmos representativo que viene a testimoniar el hambre, la miseria, la ignorancia, la represión y el miedo de una sociedad civil masacrada por el poder establecido, un pueblo en trance de desaparición y luchando por su supervivencia. Un genocidio silencioso que tiene lugar en poblaciones llamadas Cienfuegos y Tierra Quemada, de donde escapan los supervivientes para refugiarse en un mítico lugar montañoso, Cerca del Cielo, sin duda materialización simbólica de la utopía, de una paz sin expolios, torturas ni asesinatos.
No se trata de un film explícitamente político, aunque lo es en el fondo, pues evita todo dogmatismo reduccionista para convertirse en un alegato humanista que plantea un dilema ético al espactador, reivindicando la necesidad de conocer y de tomar partido por la fraternidad y la solidaridad, sin que la buena conciencia o la ignorancia puedan ser excusa ante la grave y sistemática violación de los derechos humanos que el film nos enseña.
Emoción y reflexión se unen en Hombres armados gracias al talento de un Sayles que ha contado con la valiosa colaboración del fotógrafo polaco Slawomir Idziak y una banda sonora rica y variada con sugestivos ritmos latinoamericanos tanto urbanos como indígenas. Sin duda, para mí, uno de los mejores films del año, de visión imprescindible. Una llamada a la solidaridad y al compromiso que no descarta tampoco la esperanza.
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