(2) SIDDHARTHA, de Conrad Rooks.

CAMINO DE PERFECCIÓN
El escritor alemán afincado en Suiza Hermann Hesse publicó la novela Siddhartha en 1922 pero no logró el Premio Novel de Literatura hasta 24 años más tarde. En sus obras había manifestado ya su constante preocupación filosófica por la autenticidad del yo y su liberación respecto a presiones exteriores, asó como por la necesidad de superar el nihilismo mediante el compromiso personal con el creer y el hacer. Era lógico, pues, que le sedujera la vida y el pensamiento de Buda, transformado aquí en el joven Siddhartha, y que en la India legendaria y tradicional desgranara sus reflexiones sobre las diversas etapas de la existencia humana y sus cualidades: sabiduría, sacrificio, placeres, ascetismo, rechazo de todo deseo perturbador, serenidad, amor universal y logro final del pleno equilibrio interior.
El cineasta independiente estadounidense Conrad Rooks se sintió tentado de llevar a la gran pantalla el libro de Hesse, un compendio de filosofía budista que logró convertir en película conla colaboración de populares actores hindúes, música de Hemant Kumar y, especialmente, la fotografía de Sven Nykvist, que retrató con gran sentido plástico los hermosos escenarios naturales, paisajes y palacios, trabajosamente localizados para el rodaje.
Pero las dificultades de la empresa fueron enormes. El gobierno hindú no quería conceder permisos ni subvenciones a causa del estallido de la guerra indo-paquistaní y por su descontento tras su experiencia con Louis Malle, el nada gratificante documental Calcuta (1969). Y una vez terminada la película, retuvo el negativo por la presencia de un casto desnudo y de un beso, prohibidos por la rígida censura del país.
Aún así, una copia pudo verse en el festival de Venecia de 1972, donde obtuvo el León de Plata, pero su explotación comercial fue posible recientemente y una cierta decepción sí que me ha producido este discurso sobre el sentido de la vida y el largo camino hacia la perfección personal en el que prevalece el lirismo que se desprende de las bellas imágenes pero donde se echa de menos la profundidad que se escondía tras las serenas imágenes de cineastas orientales como Satyajit Ray o Yasujiro Ozu, por no recordar la perspicaz y fascinada mirada europea de Jean Renoir en El río (1951) y Roberto Rossellini en India (1959).
Siddhartha, con su esteticismo peligrosamente cercano a la “estampita”, constituye una especie de catecismo elaborado a base de recetas morales a lo Reader’s Digest sin una riqueza psicológica en los personajes o un contexto sociológico que nos haga reflexionar sobre su evolución, conflictos y contradicciones. Aún así, no es difícil advertir en el pensamiento budista que se nos explicita un claro antecednete tanto del existencialismo como de la cultura hippy: la importancia del presente, de la experiencia interior, del desprendimiento material y del amor.
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