(4) FUNNY GAMES, de Michael Haneke.

VIOLENCIA MAYÚSCULA
Sin palabras. Así me quedé al ver la nueva película de Michael Haneke, un relato transgresor que rompe moldes por la modernidad de su discurso fílmico pero especialmente por su contenido: una de las manifestaciones más impactantes y demoledoras de la violencia que he visto en una pantalla. Frente al abuso que hacen de ella en el cine más comercial y en los demás medios de comunicación social, mostrándola como un espectáculo aséptico, frío e insensible… Funny Games trata de representarla tal y como es, brutal e insoportable.
El director austríaco pone a prueba la complicidad del espectador quebrando las reglas de la narración convencional, rompiendo la cuarta pared y haciéndole partícipe de la tortura a la que son sometidos los personajes que forma esa familia víctima del impulso psicótico de los lunáticos que entran en su domicilio. A partir del esquema de un thriller convencional, los acontecimientos empiezan a torcerse hacia una orgía de crueldad y ensañamiento. Ninguna justificación y, lo que es peor, ninguna resolución gratificante va a hacer digerible la historia.
La narración se inicia en el marco de unas idílicas vacaciones de un matrimonio que parte con su hijo a pasar el verano en la casa que poseen a orillas de un lago. El agradable ambiente familiar en un escenario bucólico sirve de escenario para la fechoría macabra de dos jóvenes que se presentan el primer día como huéspedes de los vecinos para pedir unos simples huevos.
La atmósfera se vuelve repentinamente extraña. El primer arrebato de furia contra los inocentes propietarios requebraja totalmente el tono amable inicial y comienza entonces una sangrienta tortura que los autores definen como un juego, tan crudo, tan falto de excusas argumentales y de sentido común que resulta un film incómodo de ver, desagradable.
Hay sin duda una voluntad metafórica, que expresa el fascismo agazapado en las sociedades del bienestar, un instinto animal depredador que aparece cuando se rasca la fina capa de humanismo y civilización que nos envuelve. Haneke nos enfrenta a un espejo con la imagen de ese par de asesinos natos que matan a personas por seguir los dictados de un juego de rol.
Pocas veces, por no decir nunca antes, una película torpedea los pilares de la sociedad como lo hace Funny Games. Quien vive tranquilo pensando que el ser humano es sociable por naturaleza y que vivimos en una organización social que nos proporciona seguridad es un ignorante. El mal puede surgir en el momento y en el lugar menos pensado. Vivimos una ilusión. Demoledor.
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