(2) BOOGIE NIGHTS, de Paul Thomas Anderson.

LOS AÑOS DORADOS DEL PORNO
Tras Inserts (1974) y Hardcore, un mundo oculto (1979) —films fallidos en buena medida por un exceso de pudor—, Boogie Nights surge con la intención de convertirse en enciclopedia del cine X, un género para adultos cuyo nacimiento y apogeo se sitúan en Los Ángeles entre 1977 y 1984, hasta la crisis que obligó a pasarse al formato vídeo y a ensayar nuevas fórmulas narrativas.
La película cuenta con varias bazas a su favor: la presencia del joven realizador Paul Thomas Anderson; el regreso triunfal del veterano Burt Reynolds en el papel de director de cine porno que pretende conjugar negocio con la dignidad de lo artístico; el protagonista Mark Whalberg, la joven estrella el tamaño de cuyo instrumento de trabajo sirve para homenajear al mítico John Holmes; y, especialmente, una magnífica labor de documentación que ha permitido lograr una fiel reconstrucción ambiental de la época retratada: reclutamiento de jóvenes actores/actrices, rodajes con escasos medios técnicos, vestuario de gusto hortera, música disco… todo ello narrado con una estimulante mezcla de vitalismo y libertad aderezada por el consumo de drogas.
El film logra seducir al espectador en su primera hora y media, cuando Paul Thomas Anderson utiliza un estilo vibrante y arrollador, con largos planos-secuencia y una cámara en osados travellings que confieren al relato un fuerte tono realista, casi documental, talento narrativo por el que algunos críticos le han comparado con Martin Scorsese y Brian de Palma.
Lamentablemente, la última media hora de película cambia de referente, se aleja de la producción de films X y centra su atención en la vida particular de los personajes, subrayando los diversos dramas personales de actores y técnicos, adoptando un punto de vista involuntariamente moralista, para cambiar de rumbo hacia el desenlace, donde lo artificiosamente feliz predomina de nuevo.
Boogie Nights es una producción independiente con un coste de 15 millones de dólares que han sido recuperados en un solo mes de explotación comercial en Estados Unidos, que tiene el atractivo de lo escabroso y de la honestidad de planteamientos, que sabe hacer compatible lo sórdido con lo cotidiano, que trata con respeto a los personajes, unos inadaptados sociales que buscan la normalidad, y que utiliza no pocos gramos de ironía para retratar al equipo artístico y técnico del porno como una gran familia reunida en torno al negocio fílmico y bajo la paternal tutela de la pareja formada por el director y la veterana actriz.
Pero el alcance provocador es limitado, como producto comercial que es. Junto a la procacidad de sus diálogos puede observarse el cuidado puesto en evitar la exhibición de zonas pudorosas del cuerpo humano. Se trata de un film sobre el porno que no es porno.
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