(2) PARTES PRIVADAS, de Betty Thomas.

TODO POR LA AUDIENCIA
Partes privadas es, para la radio, lo que El escándalo de Larry Flynt (1996) de Milos Forman representó respecto al tema de las publicaciones pornográficas. Se trata de una adaptación fílmica de un libro de éxito sobre la vida de Howard Stern, uno de los profesionales de la comunicación de masas de Estados Unidos, un film interpretado por algunos de los mismos personajes de la vida real y que narra la trayectoria del protagonista entre 1970 y 1985, entre sus comienzos en una modesta emisora universitaria y su triunfo definitivo, tras su paso por cinco empresas, en una importante cadena nacional, en un programa vespertino y con una audiencia de 18 millones de oyentes.
Howard Stern ha sido y es, por tanto, un locutor y showman de las ondas tan polémico y estrafalario como popular, habiendo basado su éxito en la novedad de sus propuestas y en la osadía de sus procedimientos, caracterizados por las irreverencias, las groserías y un alto grado de improvisación. En el fondo, lo que se plantea aquí es la contradicción y la paradoja en que se sustenta el fenómeno de la llamada radio-basura o tele-basura: por una parte es una materialización de la libertad de expresión, ya no circunscrita a un medio underground minoritario con sus dosis de creatividad, talento, inconformismo y sentido crítico; por otra, resulta evidente la ínfima calidad de todo aquello que se apoya exclusivamente en la provocación y el mal gusto. En todo caso, habría que examinar caso por caso y analizar los criterios estéticos y socioculturales barajados tanto por los productores de los programas como por los receptores de los mismos.
El caso de Howard Stern, como el film muestra, viene a revelar también otra paradoja que suele darse en este tipo de manifestaciones lúdico-informativas: en un principio hay retirada de publicidad por los empresarios más conservadores asustados por lo escabroso, pero la publicidad acaba regresando masivamente al comprobarse que esta clase de programas capta la atención de millones de potenciales consumidores.
Partes privadas es, pues, una película de elevado interés sociológico, no en vano Howard Stern viene a continuar la tradición del humor judía tan brillantemente cultivada por los hermanos Marx, Jerry Lewis o Woody Allen. Pero seguramente la presencia como productor del mediocre Ivan Reitman ha determinado el tono de un relato que, junto a un estilo de reportaje cronológico, concede gran importancia a una comicidad complaciente y superficial, con un cierto distanciamiento irónico pero sin la virulencia, por ejemplo, que caracterizó la biografía del showman Lenny Bruce realizada hace años por Bob Fosse.
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