(3) EL SUBMARINO, de Wolfgang Petersen.

MORIR POR LA PATRIA
Este film protagonizado por la tripulación de un submarino alemán en 1941, en plena II Guerra Mundial, por su impactante significación pacifista y antibelicista podría alinearse perfectamente junto a los máximos exponentes del género como son Senderos de gloria (1957) y Rey y patria (1964), destacando por la ausencia de los convencionalismos al uso —apelaciones idealistas al patriotismo, el honor y los buenos sentimientos— y por su profundo realismo físico y psicológico, palpable tanto en la exacta reconstrucción del submarino y de la vida en su interior como en la ajustada descripción de personajes, unos hombre con miedo, angustiados y abocados a una insoportable tensión dramática a causa de la claustrofóbica existencia en un tipo de combate, bajo el agua, que no admite heridos sino solo supervivientes o muertos.
Esta adaptación de la novela de Lothar-Günther Buchheim realizada en 1981 supuso el triunfo internacional de Wolfgang Petersen y su posterior marcha a Hollywood —con una decepcionante carrera, por cierto—, gracias a su planteamiento netamente industrial con una superproducción alejada de cualquier característica de “autor” que obtuvo enormes beneficios económicos. Y merced al prestigio profesional alcanzado, Petersen ha podido retomar recientemente el material filmado y remontarlo en una versión de más de tres horas de duración tras un año de trabajo.
Después de un inicio que nos muestra los momentos de juerga y diversión, necesarios para que los jóvenes marinos puedan olvidar el infierno al que van a ser arrastrados, la narración es asumida como testigo de la epopeya por el teniente del Ministerio de Propaganda adscrito a la misión. Una excelente fotografía y un riguroso sonido permiten la reelaboración de un magnífico e implacable relato de suspense, en el que el interés del espectador apenas decae, que es a la vez una clara parábola antinazi, una profunda reflexión sobre la condición humana y un brillante ejercicio de estilo con una cámara móvil que realiza increíbles travellings en el interior de la estrecha nave y con un montaje experto que capta minuciosamente los rostros de los actores y refleja casi documentalmente su angustia ante un tiempo que parece detenido.
El submarino nos habla sobre el absurdo de la guerra, sobre la mentira de las razones superiores que pretenden justificar la muerte de unos hombres a manos de otros hombres. Su trágico final, más terrible por desesperado, alcanza resonancias simbólicas con el hundimiento del submarino, que es el sueño patriótico e imperial del régimen nazi. Un film realista, sin tópicos que gratifiquen ni final feliz que reconforte a ese público rutinario que acude al cine obsesionado por la “acción”.
Leave a reply
Lo siento, debes estar conectado para publicar un comentario.