(3) DESPUÉS DEL AMOR, de Diane Kurys.

RELACIONES ABIERTAS
Si Claude Lelouch descubrió en los años 60 el filón de los films de parejas o tríos enamorados, con personajes cosmopolitas y llenos de “glamour”, sus crónicas sentimentales nos parecen lastradas hoy por la banalidad, los lugares comunes y un estilo visual propio de revistas del corazón. Diane Kurys, en Después del amor, retoma en cierta medida la línea apuntada, pero con mayor rigor y profundidad para mostrar los avatares sentimentales y sexuales de unos personajes muy específicos: profesionales de éxito que viven actualmente en una gran ciudad como París. Lola, una novelista soltera de 35 años, mantiene relaciones amorosas simultáneas con dos hombres casados y con hijos, el arquitecto David y el músico Tom.
Lejos, sin embargo, de los efluvios sentimentales de Lelouch, Diane Kurys aplica un mayor rigor en la observación psicológica y sociológica de esta generación post-mayo del 68 que quiso romper las reglas morales establecidas para amar libremente y buscar la felicidad sin trabas, pero que en realidad ha tenido que seguir recurriendo a las mentiras y las trampas para mantener unas vivencias que, sintomáticamente, solo han roto barreras pasionales a la hora de hallar nuevos lugares, fuera de la cama, donde hacer el amor.
Un guión bien construido, de estructura circular —empieza y acaba en la fiesta de cumpleaños de la protagonista, abarcando un año de su vida—, con sucesión de rupturas y reencuentros entre las parejas en cortas secuencias que multiplican el número de momentos y de personajes observados, el uso del blanco y el negro para las escenas imaginadas por la escritora, hacen posible este lúcido análisis de las reglas del juego amoroso, que no es ya absoluto y sin aristas sino que sigue planteando problemas en la vida cotidiana: celos, peleas, divorcios, intentos de suicidio, tutelas de los hijos, etc. La modernidad no ha logrado evitar que resulte todavía conflictiva la pareja institucionalizada cuando aparece la figura extraña y hostil del o de la amante, cuando se establece una cadena de infidelidades en las relaciones abiertas y cuando, como se preguntaba el bolero de Machín, sigue vigente la cuestión de cómo se puede querer a dos mujeres a la vez y no estar loco.
Un relato de estas características no hubiera sido posible sin la solvencia actoral de Isabelle Huppert, Bernard Giraudeau e Hippolyte Girardot.
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