(1) UN HOMBRE Y DOS MUJERES, de Rafael Eisenman.

TRIÁNGULO AMOROSO
La presencia como productor y guionista de Zalman King, conociendo ya sus aportaciones como realizador especializado en cierta concepción del cine erótico, confirma nuestras expectativas en torno a este film sobre una mujer, esposa y madre ejemplar, que inicia una aventura con un apuesto desconocido y su compañera, un trío desinhibido y proclive a probar diversas experiencias sexuales.
La excesiva atención del porno duro prestada a la genitalidad, que suele resultar monótona y reiterativa, justifica la existencia de un porno blando, como el caso presente, que privilegia otras zonas del cuerpo humano, que hace de la caricia un refinado arte amatorio, que sitúa los preliminares del coito en el ámbito supremo de la sensualidad y que, frente a lo demasiado explícito y obvio, despierta la imaginación del espectador/a que pone en marcha así sus propias fantasías eróticas.
Pero más que una opción estilística o libidinosa, la mayoría de blandipornos —eso que los bienpensantes llaman cine erótico— suponen una sumisión vergonzante a la moral establecida o a los intereses comerciales de la industria fílmica, claudicación que lleva aparejada un engaño al público que ve torpedeada sus expectativas placenteras mediante diversos procedimientos censores que van del oscurecimiento de la imagen al montaje ultrarrápido y de los planos pegados a unos cuerpos irreconocibles a la más brutal de las elipsis narrativas.
Es evidente que desde el punto de vista del realismo psicológico y sociológico, Un hombre y dos mujeres no resiste el menor análisis en cuanto a su verosimilitud. Desde una perspectiva freudiana, sin embargo, tomando como ejen interpretativo los sueños, los deseos y el universo subconsciente cobra cierta coherencia un film que debe verse como expresión de las fantasías sexuales reprimidas de una mujer, marcada por un trauma iniciático adolescente, a través de elementos simbólicos como el viaje, el baño en el lago, el bosque, el espacio irreal del garito y de los baños de Chinatown, etc., donde accede a un ámbito espacio-temporal privilegiado donde puede dejar libres sus más íntimas pulsiones libidinosas.
Lástima que no todo el relato posea esa dimensión onírica que realzaría su valor y que con el regreso a la normalidad hogareña burguesa, las coordenadas naturalistas pongan en evidencia las limitaciones de una película que en otra smanos más imaginativas nos hubiera seducido más profundamente.
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