(2) FUERA DE JUEGO, de David Evans.

FÚTBOL ES FÚTBOL
Demuestran ignorar la verdadera dimensión del fenómeno futbolístico quienes afirman que solo se trata de un juego o quienes lo explican con un simple esquema ideológico. La realidad demuestra que este deporte es algo más que dar patadas a un balón que debe atravesar una raya blanca o una pasión reaccionaria que anula la capacidad racionalista del aficionado. Para entender cabalmente la esencia profunda del fútbol, espectáculo y negocio de masas creo que hay que recurrir a explicaciones antropológicas que hunden sus raíces en la noche de los tiempos, en conceptos como cohesión tribal, la lucha contra un enemigo común y los ritos conmemorativos de la victoria.
Todo esto ha sido bastante bien entendido por Nick Hornby, autor de una novela autobiográfica en uno de cuyos capítulos se basa Fuera de juego, film producido por Channel Four protagonizado por Collin Firth y realizado por el debutante en el largometraje David Evans, un experto documentalista.
El relato discurre por cauces estilísticos de comedia sentimental, con las difíciles relaciones amorosas entre un profesor de literatura y una profesora de matemáticas de un instituto londinense, separados por la pasión futbolística del primero, un fanático seguidor del Arsenal que, en 1989, aspira a ganar la Premier League en un dramático partido contra el Liverpool.
El guión evidencia un buen conocimiento del universo del fútbol, con sus tics y obsesiones, sus sufrimientos y escasas alegrías. El film, uno de los más serios que he visto sobre el entorno del balonpié, describe con precisión los mecanismos alienantes que hacen del simple aficionado un fanático que, con gran descarga de adrenalina, vive aspirando a disfrutar con la victoria de su equipo.
Una realización correcta, funcional, va entrelazando las relaciones de la pareja protagonista con la iniciación de los niños en la futbolmanía y la progresiva incorporación de la mujer a la parafernalia del balón, incluyendo fragmentos de vídeo de auténticos partidos del Arsenal, muy bien integrados en las escenas de ficción, centrando la atención preferentemente en los rostros de quienes contemplan el espectáculo deportivo.
Un final conciliador y sensato reúne de nuevo a la pareja de novios, entroniza la razón frente al reinado de la irracionalidad y sugiere que puede uno seguir siendo aficionado al fútbol sin necesidad de comportarse como un loco.
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