(2) LA BUENA ESTRELLA, de Ricardo Franco.

MÉNAGE À TROIS
Resulta curioso comprobar cómo muchos grandes cineastas, al llegar a la cierta edad, realizan películas dominadas por la idea de una mayor tolerancia o comprensión hacia la naturaleza humana. Excepción a esta regla sería el caso de Buñuel, un escéptico genial que no creía en la caridad, el idealismo o los buenos sentimientos como motores de la vida.
Ricardo Franco, quizá condicionado por su precario estado de salud, ha optado en su nuevo film por la vía opuesta al maestro aragonés. Producido por Pedro Costa y basado en hechos reales, La buena estrella es un paradigma de actitud cristiana ante la vida: frente a una sociedad que condena al fracaso las relaciones íntimas entre tres personas, consagrando la figura ridícula del cornudo y la fuerza destructiva de los celos, Ricardo Franco opta por el camino de la bondad, el perdón y la reconciliación. Y precisamente aquí entre personas de un nivel cultural bajo, sin que turben la coexistencia los distintos intereses de un carnicero —que pone casa y negocio— y una pareja de marginados, una puta y su chulo, formando un trío que el propio film describe como el bueno, la tuerta y el guapo de cara.
El relato no está apoyado en la verosimilitud, según pautas psicológicas o sociológicas, sino en una consideración humanista de la existencia según la cual lo único realmente importante es no estar solo, convivir con los demás aunque ello pueda resultar conflictivo: el carnicero castrado en accidente acepta a la vagabunda y cuida del hijo engendrado por un delincuente, resignado a la infidelidad de la muchacha con tal de no perderla.
Sin duda nos hallamos ante una visión romántica, sublimada, de la marginalidad, justificada por la necesidad mutua de afecto, con la aceptación de una sexualidad no convencional pero gratificante, centrada en las caricias sin posibilidad de penetración. Actitud comprensiva que viene a reafirmar y a consagrar un final dramático, ante la tumba, todos unidos sentimentalmente más allá de la muerte.
Esta fábula de amor cristiano, de bondad a prueba de bombas, resultaría insoportable sin el depurado estilo narrativo de Ricardo Franco, con planos sobrios, encuadres muy cuidados y, sobre todo, con una excelente labor interpretativa de Antonio Resines, Jordi Mollá y Maribel Verdú, unos actores que logran dar entidad humana a unos personajes que cobran todo su interés en cuanto son capaces de transmitir al espectador su caudal de emociones.
Leave a reply
Lo siento, debes estar conectado para publicar un comentario.