(2) PERVERSO, de John Paul Davidson.

ABISMOS DE PASIÓN
Las relaciones conflictivas entre amos y criados tienen una larga tradición en la literatura, el teatro y el cine, siendo dignas de recuerdo las películas El sirviente (1963) de Joseph Losey y Teorema (1968) de Pier Paolo Pasolini en las que, bien de forma brechtiana y metafórica, se mostraban los mecanismos de inversión del dominio de una clase respecto a la otra. En Perverso, el guión de Patrick McGrant sigue las líneas marcadas por sus antecesoras y en esta ocasión el mayordomo hermoso y calculador utiliza su atractivo para seducir y corromper a los miembros de una familia aristocrática en decadencia cuyo jefe vive apegado al recuerdo de un pasado esplendor y sumido en la quimérica reconstrucción de los huesos de un dinosaurio.
Ambientado en la Inglaterra rural de 1949, el film no se interesa por el estilo naturalista para discurrir por una vía narrativa de rasgos expresionistas, a modo de fábula dominada estéticamente por una fotografía de rasgos difusos, una escenografía barroca, una luces contrastadas, unos decorados cubiertos de mugre y unos actores que estilizan su labor interpretativa por la senda del paroxismo y la excentricidad.
La ruina económica, la frustración que alimenta las pasiones más tormentosas, el marco claustrofóbico y una total descomposición de valores como reflejo de caos moral que determina el derrumbamiento de una familia noble… son elementos que aisladamente y sobre el papel pueden tener interés pero que no se traducen aquí en una película plenamente coherente y lograda.
Descartada la dimensión sociopolítica, Perverso se nos presenta como un relato algo pretencioso y en cierta medida indefinido que no se decanta abiertamente ni por la sátira social —la ambición del sirviente por convertirse en señor, el necesario pacto entre amo y criado, unidos en relación simbiótica para mantener su estatus— ni por la interpretación psicoanalítica —los deseos reprimidos, el desdoblamiento de personalidades con el bien y el mal coexistiendo—.
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