(3) KOLYA, de Jan Sverák.

CRÓNICA DE UN PUEBLO
Los cinéfilos de los años 60 disfrutamos enormemente con las contadas películas checas que nos llegaron vía Filmoteca y cineclubs. Era un cine producto del deshielo propiciado por la efímera Primavera de Praga que nos ofrecía singulares crónicas cotidianas en un tono que se situaba entre el drama optimista y la comedia triste, con destacadas obras realizadas por Lipsky, Kachyna, Menzel, Xeman, Chytilova, Nemec, Forman, Schorm, etc.
Kolya es la cuarta película de Jan Sverák y está escrita y protagonizada por el propio padre del director, habidno logrado varios premios internacionales, entre ellos el Oscar al mejor film en lengua extranjera. Un guión bien elaborado nos narra las peripecias en Praga de un violonchelista solterón y mujeriego, represaliado por motivos políticos, que debe hacerse cargo accidentalmente de un niño ruso de seis años, todo ello en el contexto —represión, burocracia, escasez, etc.— de la Checoslovaquia previa a la llamada Revolución de Terciopelo en noviembre de 1989, con la caída del comunismo y el fin de la ocupación soviética.
El film logra conjugar hábilmente la historia personal del protagonista, familiares y amigos, y el clima sociopolítico del momento, gracias a un guión lleno de observaciones cotidianas que subrayan la preocupación de la gente por cubrir sus necesidades materiales, sin caer en retóricas proclamas, para centrar la atención en los esfuerzos de los personajes para sobrevivir día tras día.
El peligro de caer en los tópicos más sobados sobre la relación entre adulto y niño ha sido vencido inteligentemente gracias a un humor contenido y a una fina ironía que baña todas las secuencias. Los múltiples trabajos del protagonista relacionados con los difuntos, la absurda burocracia, la falta de libertad individual, las dificultades para adquirir bienes… hasta llegar a un final no feliz pero totalmente lógico.
Realizada con preponderancia de planos medios para poder observar mejor objetos y gestos aparentemente intrascendentes, y con una banda sonora animada por la hermosa música nacionalista de Dvorak y Smetana, Kolya es un recomendable film que logra sortear tanto lo planfletario como el sentimentalismo gracias a un tono mesurado y comedido que no por ello renuncia a expresar ideas y emociones. Se trata de un relato profundamente humanista que defiende la necesidad de establecer vínculos afectivos entre los seres humanos más allá de sus diferencias, sean de lengua, de cultura o de concepción política. Una oportuna lección de fraternidad.
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