(1) UN PUEBLO LLAMADO DANTE’S PEAK, de Roger Donaldson.

LA IRA DEL VOLCÁN
Parece ser que Hollywood vuelve a interesarse por el cine de catástrofes, un género que tuvo su auge a finales de los años 60 y principios de los años 70, con sagas como Aeropuerto, La aventura del Poseidón (1972), El coloso en llamas (1974) o Terremoto (1974).
La nueva remesa de títulos apocalípticos, como Twister (1996), Independence Day (1996) y el film objeto de esta crítica, se diferencian de sus precursores por los indudables avances tecnológicos que se aplican en la actualidad para hacer más verosímiles las escenas, con la intervención frecuente de técnicas digitales de realidad virtual, alcanzando unos resultados sorprendentes. Lamentablemente, han perdido consistencia en las historias que narran reduciéndolas a simples crónicas de supervivencia sazonadas de heroismo y poco más.
En Un pueblo llamado Dante’s Peak la calamidad viene por la erupción de un volcán, poniendo en peligro a una pequeña localidad próxima y a sus habitantes, junto a un equipo de especialistas que acuden a investigar una actividad sísmica creciente en la zona. Lo bueno de aquí es que se muestran de forma dosificada y creciente los efectos y consecuencias de la erupción, que no es súbita sino progresiva. No obstante, todo se reduce a la lucha de los protagonistas —encabezados por Pierce Brosnan y Linda Hamilton— contra la violencia de la naturaleza y sus esfuerzos por sobrevivir a la tragedia, trama familiar y romántica incluída.
La parte final se convierte en una exhibición de efectos especiales con un guiño patriótico que sinceramente, no hacía falta.
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