(3) LOS LIBROS DE PRÓSPERO, de Peter Greenaway.

LA MATERIA DE LOS SUEÑOS
Peter Greenaway es un cineasta británico polémico, genial y objeto de culto para nos pero tachado de oscuro y pretencioso por otros. Y de las dificultades que encuentran sus películas para ser exhibidas con normalidad es prueba del retraso de seis años con la que ha llegado a nuestras pantallas su film Los libros de Próspero (1991). Se trata de una personalísima versión de La tempestad, una de las últimas, más maduras y complejas obras de William Shakespeare en la que Próspero, duque de Milano depuesto por sus enemigos, es obligado a exiliarse a una isla oceánica donde gracias a unos escogidos libros que comprendían todo el saber humano, crea un universo fruto de su imaginación con que el intenta vengarse.
Greenaway realiza un film deslumbrante en el que la ficción se hace magia y la ilusión se transforma en fantasía, convirtiéndolo en un espectáculo abigarrado dominado por la idea renacentista del saber universal, combinando influencias pictóricas, arquitectónicas, mitológicas, de la ópera, la danza y el teatro… Un producto cultural de carácter vanguardista que viene a materializar la idea de que el conocimiento significa poder y que se sirve de la más alta tecnología que permite emplear la cámara como si de un pincel y de una amplísima paleta cromática se tratara, todo ello para componer una sugestiva sinfonía de imágenes y de sonidos, de formas y de colores, de conceptos y de sentimientos que se ofrecen para el exclusivo disfrute del espectador.
Al logro de este colosal y ambicioso empeño artístico contribuyen no sólo la espléndida fotografía de Sacha Vierny y la música de Michael Nyman, sino especialmente ese extraordinario actor que es John Gielgud, quien a sus 90 años realiza una magistral interpretación encarnando al protagonista, un demiurgo que imagina los diversos personajes y que engarza los acontecimientos, sin duda como referente metafórico del supremo creador que aquí no es otro que el dramaturgo William Shakespeare, que con esta obra se despedía de la escena y de su público.
Obra compleja con múltiples niveles de significación, Los libros de Próspero debe contemplarse como un titánico plan urdido por Próspero para reparar la injusticia, que comienza como una tragedia tramada con el fin exclusivo de tomar venganza y que, finalmente, asume unos derroteros más humanos, acoge en su discurso la idea del perdón y la compasión, y transforma a los personajes-marioneta en seres con vida propia proclives a la reconciliación.
Teatro y cine, imágenes superpuestas, espejos y marcos, rótulos y lienzos, símbolos, fotografías y melodías interaccionan los distintos ámbitos de realidad y fantasía en una magna representación barroca que viene a enlazar y coordinar discursos estéticos de la más diversa procedencia, referencias culturales de la más variada significación, mezcla de citas artísticas, científicas y filosóficas que definen a Peter Greenaway como un hombre enciclopédico capaz de aunar aportaciones visuales fascinantes y una puesta en escena teatral llena de esplendor, con decorados y vestuarios dignos del más refinado mortal y una labor actoral de antología.
Un relato de pasiones en el tiempo y en el espacio que es, en definitiva, la materia con que se construyen los sueños de la Humanidad, la fábula que acabamos de presenciar. Todos los libros utilizados van siendo destruidos por el agua y sólo se salvan las obras completas de Shakespeare y, naturalmente, La tempestad.
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