(0) LA FUERZA DEL CARIÑO, LA HISTORIA CONTINÚA, de Robert Harling.

EMPACHO DE TRAGEDIA
Segunda parte y continuación de La fuerza del cariño (1983) de James L. Brooks, un film que logró 5 Oscars, que fue un gran negocio y que, acertadamente, pudo incluirse dentro de un cine conservador, de rearme moral, de la era Reagan. Aquella primera película terminaba con la muerte de la hija, víctima del cáncer, y ahora —seguiendo la novela de Larry McMurtry— la madre va envejeciendo rodeada de sus nietos y vecinos.
Esta segunda entrega sigue, pues, la tónica de la saga familiar, del culebrón de aires telenovelescos donde van pasando los años entre drama y risas, entre llantos y alegrías, como si fuera la vida misma pero, de hecho, erigiéndose en modelo de todo lo convencional y sensiblero del peor cine estadounidense. Este melodrama apoyado en hechos cotidianos, meras anécdotas, revela su falsedad y su exceso de buenos sentimientos a poco que se observan con atención lo que no es sino un apuntalamiento y una confirmación de los valores e instituciones del sistema establecido.
Un cine anticuado, tradicionalista, producido de cara a la tercera edad, repleto de recerdos falseados y de nostalgias sublimadoras, que cuenta sin embargo con el respaldo de la gran industria de Hollywood, la que permite pagar a Jack Nicholson, por cinco minutos en pantalla, más de 600 millones de pesetas. Un despilfarro.
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