(1) EL ÁNGEL DE LA GUARDA, de Santiago Matallana.

LA TRANSICIÓN INTERGENERACIONAL
Este es el primer largometraje de Santiago Matallana, que intenta dar el salto desde el amateurismo a la profesionalidad mediante un proyecto comercial plagado de dificultades, un ejemplo típico de cine hecho con pocos medios y con escasa experiencia pero sobrado de voluntarismo. Relato en gran medida autobiográfico, situado en el barrio madrileño de los Jerónimos y cronológicamente durante los días del golpe del 23-F de 1981, que cuenta a su favor con la gran calidad de Manuel Aleixandre y de Amparo Soler Leal a la hora de mostrar las peripecias de tres generaciones en los años de la Transición democrática española caracterizadas aquí, respectivamente, por su ultraconservadurismo, su progresismo de entrepierna y una pose de cinismo con la que los adolescentes intentan disimular su falta de identidad y su afán de supervivencia.
Lamentablemente, la comedia es un género complicado, especialmente para debutantes, y Matallana evidencia serias carencias en el terreno de la narrativa: los personajes no están bien caracterizados ni sus conflictos tienen la claridad exigible. La película es mucho más costumbrista que política, pero uno desearía mayor rigor en el retrato de esos ambientes nostálgicos del franquismo enfrentados a una modernidad que viene representada por las disputas entre rockeros y postmodernos.
No funciona, pues, como metáfora el paralelismo entre familia autoritaria y situación política española dominada por la represión. El pretendido tono esperpéntico que algunos atribuyen al film a mí me parece simplemente una consecuencia de su impotencia y su superficialidad.
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