(3) LOS LADRONES, de André Téchiné.

DELITOS Y FALTAS
Una relevante muestra de cine policíaco francés, caracterizado no tanto por la acción violenta y la labor investigadora sino por el profundo estudio de personajes, en esta ocasión un relato dramático sin concesiones preocupado esencialmente por las relaciones personales, los problemas afectivos y las tensas emociones a partir del referente argumental centrado en una familia dedicada al robo de coches en el seno de la cual hay un policía atormentado por las contradicciones.
La sugestiva música de Philippe Sarde, una fotografía sombría de Jeanne Lapoirie y la colaboración en el guión entre André Téchiné y Gilles Taurand, así como una exhaustiva documentación previa al rodaje para conocer el contexto social y lograr plena verosimilitud de las conductas, son elementos que definen el rigor de un film que aparece dividido en capítulos cada uno de los cuales nos muestra un punto de vista de un personaje distinto, todo ello a partir de la muerte de uno de los delincuentes y con recurso a los flashbacks que conceden al factor temporal una decisiva importancia dramática.
En Los ladrones no personajes buenos y malos de una pieza sino grande sdosis de complejidad y ambigüedad pues el relato evita todo juicio ético y toda concesión al espectáculo, con una línea moral divisoria difusa más propia del cine “negro”, a la hora de retratar las actividades de una banda que funciona como una empresa familiar.
Unos diálogos precisos y cortantes así como un ritmo narrativo acelerado, agónico, propician una mirada existencialista dominada por la tensión: el policía atrapado en un dilema ético y abocado a la corrupción; la profesora inmersa en un mundo agresivo que desconoce; un personaje que se debate entre la fría inteligencia y los tormentosos sentimientos y deseos; la joven Juliette cuya amoralidad e indecisión la convierten en eje alrededor del cual gira el resto de personajes… Y todo este universo enmarcado entre el determinismo social de los comportamientos y la libertad de elección como polos opuestos que dominan las peripecias vitales que se debaten entre la redención y la continuidad delictiva, siendo la violencia y el erotismo válvulas de escape a situaciones dominadas por la angustia, pero que dejan entrever en ocasiones unos ramalazos de ternura que llegan a contagiar al espectador.
En suma, Los ladrones logra alcanzar una dimensión filosófica, que constituye una seria reflexión sobre la existencia humana y que evita lanzar cualquier moraleja final. Simplemente, la vida sigue.
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