(2) TAXI, de Carlos Saura.

PULULANDO EN AMBIENTES ULTRAS
El inconformista (1970) de Bernardo Bertolucci —en clave psicoanalítica—, Lacombe Lucien (1974) de Louis Malle —como base socio-económica—, y Camada negra (1977) de Manuel Gutiérrez Aragón —como crónica del post-franquismo— fueron films que abordaron brillantemente el tema de las implicaciones personales del credo fascista.
Carlos Saura ha intentado ahora dar testimonio de la ideología ultra a través de las actividades “justicieras” en el Madrid actual de un grupo fanático de taxistas que se dedican a “limpiar de escoria la sociedad”, “por el bien de España”, mediante el asesinato de drogadictos, prostitutas, homosexuales y personas de otras razas.
Pero hace ya tiempo que sabemos que el valor de una película no reside tanto en su tema, tesis o intención como en la forma concreta con que su autor expresa su punto de vista sobre una determinada parcela de la realidad. Y así, a pesar de la valiente postura progresista del cineasta —comprometido contra el racismo y la xenofobia—, la esforzada labor de los actores, la correcta fotografía de Vittorio Storaro y la sugestiva música paramilitar de Manu Chao, Taxi es un film que no acaba de convencer, con un guión de Santiago Tabernero demasiado repleto de lugares comunes, de personajes y situaciones que rozan la inverosimilitud a fuerza de exagerados y caricaturizados y con una dirección de actores poco matizada que busca antes el tremendismo que la sutileza.
Se equivoca la película al situar el amor de la joven pareja protagonista como alternativa redentora del fascismo, cuando al cara opuesta a la intolerancia agresiva sólo puede ser la convivencia democrática, se esté enamorado o no. Resulta doloroso reconcer que con esa tosquedad de planteamiento la denuncia buscada pierde gran parte de su efectividad.
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