(2) MI HOMBRE, de Bertrand Blier.

DE PUTAS Y MACARRAS
Cabiria, irma y Nana, ejemplos de prostitutas cinematográficas de buen corazón, fueron elevadas a la categoría de inmortales gracias al talento artístico, respectivamente, de Fellini, Wilder y Godard. La Marie de Mi hombre —encarnada por la actriz Anouk Grinberg, Oso de Plata en el pasado festival de Berlín— se queda en simple drama caritativa porque Bertrand Blier ha concebido esta meretriz como una perfecta síntesis entre profesión y vocación. Así pues, Marie es feliz y rica repartiendo generosamente amor y orgasmos, pero la desgracia y la pobreza llegan cuando se retira y funda una familia convencional con marido e hijos.
Los sociólogos y las feministas se escandarizarán, sin duda, y el espectador exigente quedará perplejo ante esta frívola mezcla de encanto francés, picardía parisina, metafísica de los sentimientos e ingeniosas recetas de filosofía casera. Podrá decirse que no es una película realista sobre la prostitución y el proxenetismo sino un relato muy personal, imaginativo e incluso lírico de Bertrand Blier.
Justo es reconocer, no obstante, que el film está muy bien realizado, con cuidados y hermosos planos, con un ritmo adecuado, una fotografía exquisita de Pierre Lhomme, una música sugerente de Barry White y unos actores impecables, con breves apariciones de Mathieu Kassovitz, Bernard Fresson, Michel Galabru y Jean-Pierre Leaud.
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