(3) LA JOYA DE SHANGHAI, de Zhang Yimou.

INOCENCIA Y CORRUPCIÓN
No es su mejor película, pero La joya de Shanghai viene a confirmar que Zhang Yimou es, a mi parecer, uno de los realizadores más interesantes del cine actual. Ambientada en el Shanghai de los años 30, narra la llegada de un adolescente desde el campo a la gran ciudad para servir de criado a la joven amante de su tío, uno de los jefes de la mafia local. El film centra su atención en las relaciones del chico con la guapa cantante de cabaret, dejando las actividades de los mafiosos como telón de fondo adoptando siempre como punto de vista narrativo la mirada del muchacho, lo que se traduce en la planificación e incluso en los movimientos de la cámara.
Una vez más hay que referirse al clasicismo como forma de definir el estilo del cineasta chino. Como en Ford, Dreyer y Ozu, entre otros grandes maestros, su cine se caracteriza por la sobriedad y la lucidez de sus propuestas, por la perfección de los encuadres y por un montaje riguroso que le permite ir a lo esencial del relato sin perderse por vericuetos secundarios.
La película narra básicamente el paralelismo entre las trayectorias vitales y morales del adolescente y de la cantante, con idéntidos orígenes campesinos, con similar progresión desde la pobreza a la riqueza, pero separados por su diversa actitud ante la corrupción y la pérdida de valores humanos. Por primera vez, la actriz Gong Li —que anunció su separación sentimental del realizador durante el rodaje del film— se permite cantar y bailar en la pantalla como personaje caprichoso y cruel alejado de las muchachas ingenuas y maltratadas que solía encarnar.
Sería erróneo comparar este film de gángsters chinos con el cine de género estadounidense, ambientado en el Chicago de los años 30. Zhang Yimou ha elaborado un drama, con la delincuencia organizada como referente ambiental, recurriendo a la máxima estilización expresiva, pero sorteando el peligro de caer en el esteticismo toda vez que en su cine la forma nunca es gratuita, ornamental ni redundante. El realizador ha alcanzado las más altas cimas de lirismo conjugando emoción y reflexión, poesía y ética.
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