(2) LA OTRA AMÉRICA, de Goran Paskaljevic.

ENTRE LA REALIDAD Y LA FICCIÓN
El primer film que nos llega del serbio Goran Paskaljevic es una coproducción europea que aborda en tono tragicómico, con una sabia mezcla de drama y de humor tan habitual en el antiguo cine yugoslavo, la peripecia humana y familiar de los emigrantes europeos ilegales en Estados Unidos, los que traspasan la frontera de México sin documentación y están condenados a desempeñar los trabajos más duros y peor remunerados.
La película es una crónica de alcance social protagonizada por un montenegrino y un español cuyas penurias materiales y sentimentales son el reverso del “sueño americano”, el de la riqueza y la felicidad para todos, representado aquí por las siluetas de los imponentes rascacielos de Manhattan que se recortan al fondo del miserable barrio de Brooklyn habitado por una mezcla de razas, nacionalidades, culturas y lenguas condenadas a la integración americana o al naufragio personal absoluto.
El relato se muestra mucho más humanista que crítico, con una serie de consideraciones nostálgicas en torno al mundo rural dejado atrás en el viejo continente, con la tragedia de las familias separadas y la añoranza de una vida sencilla personificada en el pozo, la mesa de piedra y la cabra. Sensación a la que contribuye una brillante banda musical de reminiscencias étnicas y folklóricas.
Se nota que a Paskaljevic le entusiasma el cine neorrealista y la narración de las peripecias de la gente común y ordinaria, pero su estilo carece todavía de la maestría y la profundidad del de los mejores cineastas de la antigua Yugoslavia, recordando especialmente a Emir Kusturica. Sabe pasar con talento desde los momentos de desenfado al melodrama a través de escenas de gran intensidad emocional, pero funciona peor en el tránsito desde el realismo “sucio” a los dominios de una presunta visión “poética”, es decir, desde la descripción de la lucha por la supervivencia a los exquisitos pliegues del alma gobernados por la esperanza en un futuro mejor. Todo esto se hace patente especialmente en la escena final, donde la dura realidad acaba siendo sublimada por los bellos caminos transitados por la fantasía, el onirismo y la magia.
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