(1) LEAVING LAS VEGAS, de Mike Figgis.

UNA SENDA DE AUTODESTRUCCIÓN
La presencia como guionista, realizador y músico de Mike Figgis es más que suficiente para confirmar su mediocridad como cineasta, creador en esta ocasión de un producto tan pretencioso y efectista como estéril y vacío, pese a su insistencia en la búsqueda de cierta qualité autoral a base de música de blues, planos en claroscuro y con reflejos de colorines, y una modernidad narrativa de pacotilla sostenida en un caprichoso montaje.
Basada en la novela homónima de John O’Brien, la relación amorosa entre dos perdedores —una prostituta de buenos sentimientos y un alcohólico en fase terminal— se vuelve reiterativa y cargante porque ni el guión ni la dirección, pese a la presencia de un elenco de conocidos actores como Nicolas Cage, logran superar esas convenciones tan acrisoladas por el peor cine de Hollywood, sustentado en clichés y lugares comunes, que solamente es eficaz a la hora de limar las aristas más ásperas de la realidad para convertir el relato en un plato digerible y rentable.
Aquí no hay complejidad ni evolución razonable de personajes: sólo frases malsonantes y situaciones eróticas osadas como recetas preestablecidas para intentar conferir vigor a unos individuos que son pura fachada, mera pose de ruina existencial. La verosimilitud de la hstoria que se cuenta es muy escasa.
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