(2) MANNEKEN PIS, de Frank van Passel.

PESIMISMO VITAL
El primer largometraje de Frank van Passel, un belga treintañero de habla flamenca, es el típico cine “de autor”, una producción independiente que intenta suplir a base de talento los limitados medios materiales disponibles. Una fotografía y una banda sonora funcionales, correctas, sirven de vehículo expresivo a una historia con escasos rasgos de humor y mucho más decantada hacia un pesimismo vital que parece ser la característica ideológica común a multitud de cineastas de los países nórdicos europeos, de Dreyer a Bergman, de Kieslowski a Kaurismäki, que han podido inspirar a Van Passel.
No por casualidad dos muertes, por suicidio y por enfermedad respectivamente, abren y cierran un relato protagonizado por una pareja de jóvenes singulares: el muchacho está traumatizado desde la muerte de toda su familia en un accidente de tráfico y, por ello, tiene grandes dificultades de comunicación con una chica que es conductora de tranvías y con la que no será capaz de consumar su amor.
Manneken Pis destila una visión fría y desesperanzada de la existencia: la ausencia de colores cálidos en la fotografía, los escenarios grises y desnudos, la aridez de los diálogos… todo nos remite a un universo personal triste y desolado donde sólo reina la soledad y el desamor.
Pero el realizador pretende conferir a la obra un tono romántico moderno cuya originalidad y validez me parecen bastante discutibles. La búsqueda enconada de calidad mediante encuadres rebuscados, efectos de montaje y uso sistemático del teleobjetivo no siempre logran ocultar la endeblez dramática de un guión que, en muchos momentos, se limita a ilustrar una serie de personajes y de situaciones tópicas sin profundizar en ellos ni trascenderlos mediante la óptica poética o un ejercicio riguroso de observación y de análisis. Por todo ello me produce cierta decepción.
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