(1) LA FLOR DE MI SECRETO, de Pedro Almodóvar.

DEL ROSA AL NEGRO
Calificada de “obra maestra” por corifeos de diverso pelaje y condición, movidos por una mezcla inconfesable de intereses, amistad, espíritu tribal, moda, snobismo cultural, modernidad mal entendida y papanatismo, La flor de mi secreto me produce un total distanciamiento respecto a lo que veo y oigo en la pantalla, una frialdad que me impide emocionarme con los personajes que pueblan un relato que se pretende “melodrama de calidad” y que me resulta demasiado artificioso, incapaz de dar coherencia y profundidad a todo un recargado mundo de sentimientos a flor de piel.
La película está concebida como un amasijo de diversos elementos narrativos —personajes, escenarios, conflictos, emociones, objetos, etc.— resultado de la experiencia de su guionista y director, como una obra personal que no es sino un cóctel en el que todo vale sin la estilización y la estructuración necesaria que convierta la mera narración en cualificada obra artística.
Almodóvar se identifica con la protagonista Leo (Marisa Paredes), una escritora de novelas rosa y de sesudos ensayos sobre feminismo que sufre al ser abandonada por su marido. A esto le llaman algunos “universo femenino”, hecho de dolor y de soledad, pero la verdad es que son meros clichés y que sin lirismo que emane de personajes y de situaciones nos encontramos más cerca del vulgar folletín que inspiran los culebrones latinoamericanos. No hay progresión dramática ni desarrollo psicológico sino estancamiento de situaciones y estiramiento masoquista de pesares.
El realizador manchego construye sus personajes sobre el papel pero sin carne ni vida propias, con unos diálogos extensos que explican los sentimientos y con unas imágenes brillantes que les procuran un marco de celofán. Nunca agradecerá bastante Almodóvar las aportaciones técnicas y estéticas de sus directores de fotografía, de sus decoradores y de los músicos que ilustran sus bandas sonoras, responsables absolutos del soporte visual y melódico que sostiene sus endebles films.
La publicidad más o menos encubierta de objetos, vehículos, marcas y determinado periódico habrá contribuido a financiar un producto como La flor de mi secreto, cursi y telenovelesco título que puede interpretarse como una confesion del propio Almodóvar, el autodidacta cineasta extasiado ante el resplandor de la vida social y profesional de la gran ciudad pero que no olvida sus raíces campesinas y que se debate entre el fulgurante éxito comercial y las penas del corazón, entre la fama y la infelicidad. Pero el evidente esfuerzo realizado en busca de la sobriedad y la contención, la falta de ese desmadre que tanto gusta a sus fans, no ha redundado en el logro del necesario rigor sino más bien en un cierto esquematismo expresivo.
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