(3) EL JARDÍN DEL EDÉN, de María Novaro.

LA FRONTERA
Esta reciente coproducción entre México y Canadá es el tercer largometraje de María Novaro, que ha pretendido hacer una reflexión sobre su país y la identidad mexicana de cara al país más poderoso de la Tierra, mostrando el choque conflictivo entre estos dos mundos al situar a los personajes, tanto mexicanos como estadounidense, precisamente en la línea fronteriza que separa Tijuana de la baja California.
La igualdad imposible, los malentendidos y la impermeabilidad entre ambos universos lingüísticos, culturales, económicos, políticos y geográficos… son contemplados con talento por una María Novaro que, tras las huellas de Arturo Ripstein y de Felipe Cazals, evidencia su pesimismo frente al júbilo oficial con que se acogió en el país azteca la entrada en vigor del Tratado de Libre Comercio de América del Norte, en enero de 1994.
Sin caer en tentaciones folklóricas ni sentimentales, la realizadora maneja una cámara que busca la objetividad y que se limita a mirar alrededor sin prejuicios ni patrioterismos deformadores, ofreciéndonos una serie de datos —costumbres, mitos, pobreza, marginación de mestizos e indígenas, emigración clandestina, indiferencia o paternalismo yankis, etc.— que demuestran que la llegada de la modernidad y el fin del tercermundismo son sólo quimeras para una gran mayoría de la población.
El relato tarda en avanzar y durante la primera media hora los personajes y sus historias entrecruzadas no acaban de perfilarse con total fuerza y nitidez, pero conforme va avanzando gana mayor rigor y coherencia. María Novaro no sólo logra darnos un serio y entrañable testimonio de la situación socioeconómica y cultural de su país sino también un adorable ejemplo de cine independiente y comprometido frente al modelo dominante en USA, es decir, el llamado cine comercial y de entretenimiento. Una cineasta y una obra que nos habla de la creciente colonización, económica y cultural, de su país por el coloso del norte, de ese pregonado neoliberalismo que ha propiciado la venta a multinacionales de numerosas salas de cine y la imposibilidad de programar en ellas un cine mexicano condenado a la asfixia.
El jardín del edén es una llamada a la ética, a la reflexión y a la crítica.
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