(2) LOS PATRIOTAS, de Eric Rochant.

ESCUELA DE ESPÍAS
La tercera película del francés Eric Rochant aborda el tema de la formación como agente del Mossad de un joven judío parisino y la realización de una serie de misiones de espionaje por diversas capitales del mundo, siempre con el desarrollo de un minucioso plan para obtener información reservada del enemigo mediante una sucesión de contactos, manipulación, reclutación y chantaje de las personas seleccionadas, aprovechando al máximo sus “debilidades” personales.
Lejos de toda concesión a la espectacularidad y a la fantasía —la Serie 007 de James Bond—, así como de cualquier recurso al humor —parodias del género de espionaje—, Los patriotas es un relato sobrio y austero que se decanta por el intimismo —la penetración psicológica del protagonista— y por el realismo cotidiano, en la línea literaria de un John Le Carré, a la hora de describir las acciones profesionales de los agentes.
La eficacia, el secreto, la falta de escrúpulos, la ausencia de toda referencia ética son las únicas normas que guían las actividades de los servicios secretos israelíes. La razón de Estado, el “todo por la patria” amenazada, la supervivencia de Israel vienen a justificar tanto los métodos como los resultados conseguidos; el agente debe obedecer ciegamente las órdenes recibidas y ya no podrá abandonar la organización. La frialdad racionalista, el control de los sentimientos, la férrea disciplina y los amplios conocimientos garantizarán el éxito de las misiones encomendadas, aun a costa de la soledad, de la renuncia de la identidad personal y de la inexistencia de una vida privada.
Eric Rochant evidencia una gran sencillez narrativa, subordinándolo todo a la eficacia de un relato que se articula en torno a una voz en off en primera persona, las memorias del protagonista, y que utiliza con gran precisión la función expresiva de los planos mediante una perfecta armonía entre decorados, actores y encuadres.
Únicamente cabe reprocharle al film un par de concesiones que estropean el final —la apelación justificativa de la autodefensa de Israel y el idilio amoroso con la prostituta rubia—, así como su exceso de metraje, con casi dos horas y media de duración.
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