(3) CADENA PERPETUA, de Frank Darabont.

PRESOS INSTITUCIONALIZADOS
Stephen King es famoso, sobre todo, por sus truculentos relatos de terror pero menos conocidas son otras de sus obras, preñadas de sutileza y humanidad, algunas de las cuales han sido adaptadas al cine —Cuenta conmigo (1986) y Misery (1990)—, al igual que el presente film que constituye la opera prima de Frank Darabont, que ya había realizado algunos trabajos para TV y que era un cotizado profesional como autor de los guiones de Pesadilla en Elm Street 3 (1987), La mosca 2 (1989) y Frankenstein de Mary Shelley (1994).
El relato de Stephen King no escapa, en principio, a lo lugares comunes que configuran los dramas carcelarios tan habituales en el cine estadounidense —alcalde malvado, presos sádicos, fuga inverosímil, final feliz, etc.—, pero en esta ocasión las virtudes de la película hacen olvidar las convenciones literarias de la narración, centrada más en los detalles de la monótona vida cotidiana de la prisión y en la amistad entre los personajes encarnados por Tim Robbins —un banquero condenado injustamente por el asesinato de su esposa y el amante de ésta— y por Morgan Freeman —un negro que se encarga de suministrar objetos a los demás internos— que en los habituales y efectistas recursos basados en el suspense de una posible evasión.
Los abundantes valores del film empiezan por un guión estupendo, con unos diálogos de exquisita calidad literaria y una voz en off que va desarrollando el relato en primera persona. A ello hay que añadir una magistral dirección de actores cuya sobriedad va pareja a su expresividad, una cámara que destaca por el absoluto rigor en los encuadres, movimientos e incluso distancia focal de sus objetivos, y una sabia utilización de diversos elementos narrativos como son los pósters de Rita Hayworth, Marilyn Monroe y Raquel Welch no sólo para evidenciar el paso del tiempo sino como un alivio a la soledad, y en la sublime música de Mozart en contraste con la mediocridad y la sordidez de la supervivencia carcelaria.
Cadena perpetua es, sin duda, uno de los mejores films carcelarios de los últimos años, combina con sabudiría la apelación a la dignidad humana, en una serie de secuencias de un alto contenido emocional, con la critica no sólo al sistema penitenciario USA sino a la sociedad en su conjunto: ahí están las paradojas del inocente condenado que se hace delincuente en la cárcel y la de las largas condenas que no logran reinsertar a los presos sino que los “institucionaliza”, convirtiéndolos en carne de presidio y, a la postre, en temerosos de su propia libertad.
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