(1) LAS COSAS QUE NUNCA MUEREN, de Tony Richardson.

AMENAZAS PERSONALES Y NUCLEARES
El argumento de la película es de Rama Laurie Stagner y recoge recuerdos de su propia infancia, como hija de militar destinado a diversas bases, y su director Tony Richardson murió de SIDA a las pocas semanas de terminar el rodaje en 1991, aunque no se estrenó el film hasta tres años después debido a la quiebra de la productora y los correspondientes litigios judiciales.
Ubicado en 1962, durante la Guerra Fría, el relato tiene como referente las vivencias de un matrimonio y sus dos hijas, unas relaciones conflictivas causadas por el carácter flemático de la esposa —una Jessica Lange cuyo trabajo interpretativo, galardonada con el Oscar de este año, destaca por su esmerada composición—, una mujer bella y sensual, exhibicionista y depresiva, frustrada y mitómana que se evade de la gris realidad soñando con ser una famosa estrella de Hollywood. Por otra parte, el marido —un sobrio Tommy Lee Jones— es un comandante serio y responsable, un competente ingeniero nuclear que es recluido en un manicomio para evitar que informe sobre un secreto de estado, una accidental contaminación por radiación en un experimento nuclear realizado en el desierto, la llamada Operación Blue Sky.
Lamentablemente, Tony Richardson estaba ya muy enfermo y demostró no estar en la buena forma de los años 60 con el free cinema británico. Ello se nota en una película que critica el ambiente castrense sin llegar a la contundencia de John Huston en Reflejos en un ojo dorado (1967); que esquematiza demasiado a los personajes y los conflictos; y que deja en cierta indefinición el punto de vista narrativo, cambiando el moralismo por la soflama ecologista tras hacer pasar a la protagonista de putón verbenero a aguerrida luchadora medioambiental y furibunda defensora de la libertad de su marido.
Leave a reply
Lo siento, debes estar conectado para publicar un comentario.