(3) DESPUÉS DE TANTOS AÑOS, de Ricardo Franco.

UN INFIERNO DE VIDA
Esta película supone, cais 20 años después, una continuación de El desencanto (1976), el excelente film-documento del dúo Chávarri-Querejeta que narraba el proceso de descomposición de la familia Panero, el poeta oficial del régimen franquista fallecido en 1962, y que se constituía se metáfora tanto de la crisis de la familia patriarcal tradicional como de la agonía de la dictadura. Ahora, siguiendo el mismo estilo narrativo de “cine verdad”, muerta ya Felicidad Blanc, la madre, en 1990, los tres hermanos Leopoldo, Juan Luis y Michi desnudan sus almas y sus cuerpos ante la cámara con una impúdica sinceridad que, como en un ejercicio de psicoanálisis, pone al descubierto la ruina física, mental, económica y moral en la que se hallan sumidos.
Una serie de monólogos, en directo o en off, ilustrados con imágenes de sus viviendas, de antiguas mansiones en ruinas, de un bar y del manicomio de Mondragón, procedentes de tomas documentales en color, fragmentos de El desencanto, fotos de archivo, planos manipulados con técnicas de vídeo y trozos intercalados del Frankenstein (1931) de James Whale, constituyen el vehículo expresivo de las terribles confesiones de tres hermanos que recuerdan su infancia, evocan las relaciones con su madre y certifican su propio alejamiento mutuo, desde la lucidez o desde la locura, bajo el denominador común de un pesimismo autodestructivo que, instalado desde el infierno de la drogodependencia o de la enfermedad, sólo encuentra quizá en la creación literaria el único asidero que les impide una aniquilación total.
Diríase que si El desencanto era un duro testimonio sobre la infelicidad de vivir, la nueva película es un esperpento, realizado con gran rigor y con una crueldad dostoievskiana, que excluye incluso el afán de supervivencia, constituyendo una crónica implacable de la decadencia personal, del naufragio absoluto, de unos seres que en algún momento de su vida creyeron que podían cambiar el mundo y que ahora sólo son sus víctimas, no sabemos bien si por el azar, por las circunstancias o por el propio designio individual. Un mundo reducido ahora a sufrimiento, dolor y desesperanza. Un drama ocasionado por el paso del tiempo, es decir, por el peso existencial de las ilusiones perdidas, el envejecimiento y la muerte.
Después de tantos años es uno de esos films españoles más insólitos y arriesgados de los últimos tiempos, de escasa comercialidad, opuesta a cualquier star-system y testimonio de una visión nada optimista del universo, pero con unos valores formales y éticos de indudable relevancia que nos permiten, valga la paradoja, contemplar con enorme piedad y sentido poético el obsceno espectáculo de la tragedia humana.
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