(1) LA MÁSCARA, de Chuck Russell.

LAS MUECAS DE JIM CARREY
La máscara viene a ser una síntesis de las aportaciones temáticas stevensonianas de El profesor chiflado (1963) y de las innovaciones tecnológicas de ¿Quién engañó a Roger Rabbit? (1988). Ahora se utiliza el carácter fantástico, imagintaivo y también superficial del estilo cómic para absorber, digerir y devolver convertidos en brillante espectáculo una serie de mitos del American way of life entre los que sobresale el del superhéroe, el individuo vulgar, frustrado y tímido que, mediante procedimientos mágicos, se convierte en fuerte, justiciero, valiente, simpático, rico y donjuán.
La violencia y el erotismo, ingredientes básicos de cualquier relato que venda bien, se hallan muy atemperados por un humor básicamente adecuado a esa mentalidad adolescente que es, por desgracia, la dominante en el USA actual, con buenos y malos de una pieza, relaciones humanas elementales y final feliz gratificador.
La película funciona bastante bien como entretenimiento, con algunas secuencias ingeniosas e incluso divertidas, cosa lógica en un producto planteado como un gran negocio, con una inversión de 20 millones de dólares que permiten una sólida base industrial desde la que resulta natural el logro de suntuosos decorados, una música sugestiva, una fotografía excelente y unos sorprendentes efectos especiales. Todo dispuesto, pues, para ser degustado con la correspondiente ración de palomitas de maíz.
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