(1) NOSTRADAMUS, de Roger Christian.

EL PROFETA
La obra profética de Michel de Nôtre-Dame, famoso médico y astrólogo francés de origen judío que vivió en el siglo XVI, ha dado pie a las más variadas elucubraciones de futurólogos, esotéricos ocultistas, videntes, parapsicólogos y de cuantos viven de explotar el miedo y la inseguridad de la gente. Nostradamus es una coproducción ambiciosa, con buenos actores, que debe catalogarse dentro de los subgéneros histórico y biográfico, un tipo de cine que presenta gran dificultad de realización ya que la documentación disponible debe contribuir a elaborar un relato fílmico verosímil que nunca será la auténtica realidad, siempre deformada y contaminada por nuestra óptica contemporánea.
La película, pues, se reduce a ilustrar de forma bastante superficial una serie de anécdotas en torno a la vida de Nostradamus, a resumir antes que a analizar diversas peripecias vitales —trabajo de médico, epidemia de peste, amores y matrimonios, choque con la Inquisición, relaciones con la Corte, etc.— sin profundizar apenas en las contradicciones del protagonista inmerso en una época de cambios profundos: la conciencia individual emergente del Renacimiento frente al dogma religioso y la ciencia moderna frente al oscurantismo medieval.
Nostradamus, al parecer, optó finalmente por la seguridad frente a la verdad: quemó los libros que estaban prohibidos por el Santo Oficio, rechazó el protestantismo como forma más libre y personal de vivencia religiosa, y su búsqueda de la ciencia por encima de la superstición no le impidió elaborar las más peregrinas profecías, que muy bien pudieron deberse a un excesivo consumo de sustancias alucinógenas o a alguna patología mental que desencadenó su desbordante fantasía.
Como era de temer, la falta de rigor del film se evidencia en la explotación de un catastrofismo que vende bien hoy en día: contaminación atmosférica, Hitler, guerras, bomba atómica, etc. como sucesos ya pronosticados por Nostradamus, una especie de Rappel de hace 500 años.
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