(3) LA GRAN CALABAZA, de Francesca Archibugi.

EL PODER DE LOS SENTIMIENTOS
El tercer largometraje de Francesca Archibugi viene avalado por numerosos premios y distinciones, más que merecidos todos, y su título original debería haber sido traducido más correctamente como La gran sandía, una fruta que aparece en el cómic de Peanuts que el neuropsiquiatra regala a la pequeña Valentina y que funciona como metáfora del verano, el campo, la familia y la amistad como contexto de una serena felicidad a la que todos aspiran.
El film sitúa a los personajes en el mundo de la psiquiatría y describe perfectamente los diversos aspectos de un Hospital de la Sanidad Pública italiana: escasez de medios materiales y humanos, problemas del personal sanitario y dificultades en la relación de los médicos y enfermeras con los pacientes infantiles.
El núcleo dramático central está construido por la amistad entre Arturo, el neuropsiquiatra, y Valentina, una niña de 13 años que se resiste a convertirse en mujer y cuyos síntomas epilépticos no se deben a una lesión fisiológica sino a trastornos psíquicos derivados de su entorno familiar, unos padres que no saben como comunicar amor a su hija. El remedio no será, pues, la administración de medicamentos sino el suministro de afecto y comprensión en dosis suficientes para superar el sentimiento de culpa a la adolescente, evitando así que pequeños trastornos psicológicos no resueltos a tiempo acaben degenerando en graves psicopatías.
Francesca Archibugi ha podido contar con unos actores asombrosamente sobrios y efectivos, con una música sencilla pero de gran fuerza emocional y con una fotografía muy adecuada al tono de documento social requerido por el guión. Heredero lejano del movimiento neorrealista, La gran calabaza es una sensible y profunda crónica sobre la complejidad y la conflictividad del ser humano en medio del tenue e implacable fluir de la vida cotidiana.
Queda sujeto a discusión si gran parte de las virtudes del film obedecen a la peculiar óptica femenina de la realizadora, capaz de emplear una gran delicadeza para abordar los serios conflictos planteados, con la suficiente inteligencia para mostrar con sutileza y realismo el contexto social de los personajes y con la sensibilidad necesaria para evitar los trucos de guión y los efectismos de la puesta en escena en el logro de un hondo dramatismo que no excluye en ningún momento del relato la expresión de un lirismo delicado y a flor de piel.
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