(3) EL PIANO, de Jane Campion.

UNA MUJER EMANCIPADA
El piano es una película ampliamente galardonada cuyo guión, original de la propia realizadora Jane Campion, una neozelandesa afincada en Australia, ya tenía escrito desde 1984. El film destaca, entre otros méritos, por el cuidado puesto en sus imágenes, por una belleza de los encuadres, por el uso dramático de la iluminación y por una exhaustiva labor de investigación sobre fotos y grabados del siglo XIX para elaborar un vestuario y un maquillaje perfectamente documentados.
El núcleo dramático del relato está constituido por un triángulo amoroso: una joven madre soltera muda y con una hija pequeña, un hacendado con el que se ha casado por poderes y un vecino de quien aquella se hace amante. Como elemento fundamental en la narración, el objeto que sirve de catalizador de relaciones y sentimientos, un piano, instrumento musical mediante el cual expresa su interior la protagonista Ada, con el que se comunica con el exterior. La música de Michael Nyman, tanto en los fragmentos de fondo sonoro como en las piezas de piano interpretadas por Ada, inspiradas en el folklore escocés, cumplen bien su función de contraste entre su delicadeza de sentimientos y el brutal primitivismo de los dos hombres que la rodean.
Igualmente interesante es, por otra parte, el entorno que emarca el drama humano de forma tan funcional como expresiva. Una variedad de paisajes que van desde la serenidad de la ancha playa a la incómoda suciedad del fango y desde la claustrofóbica selva al misterio del profundo mar. Jane Campion ha sabido combinar el valor simbólico de la isla y el bosque con una serie de detalles propios del realismo más cotidiano.
Estamos, sin duda, ante un film de carácter psicológico y poético, que nunca cae en un romanticismo tópico y cursi de los epígonos de la Emily Blontë de Cumbres borrascosas. El tono sensiblero y las pasiones tremebundas de la mayoría de los relatos folletinescos del siglo pasado ceden aquí su lugar a la visión serena y contenida de la directora cuya óptica femenina le permite presentar al blanco europeo como un colonizador de tierras lejanas y como un destructor de sanas costumbres de los indígenas, además de como un violento depredador de la sexualidad femenina.
El piano tiene el valor de presentar, por contra, a una mujer de la época victoriana que se atreve a rebelarse contra su destino y a elegir libremente a su pareja sexual, rechazando a su marido legítimo y entregándose a quien por lo menos demuestra poseer cierta sensibilidad ante la belleza de la música. Lo que empieza como una compra-venta interesada, el piano a cambio de sexo, termina como una relación asumida libremente en la que es la mujer quien elige a su compañero como objeto erótico, una vez comprobada la vulnerabilidad de éste como sujeto. Y qué decir de la intensidad y delicadeza de las escenas amorosas, con el cuerpo femenino que se va desnudando paulatinamente ante el deseo masculino, mientras fuera, metafóricamente, un perro lame el hueco de una mano.
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